jueves, 3 de mayo de 2018

Cuando yo tuve una crisis mala (una psicosis se dice en términos médicos) y mi familia me llevó a ver los jardines de La Granja de San Ildefonso, yo estaba muy obnubilado y pensé que el pasado volvía al presente que vivía yo y era bonito pensarlo pero muy sufrido.  No maté a nadie, que quede claro. También pensaba que iba a venir una guerra civil a España, quizás por las historias que oí de boca de mis padres. Y eso era jodido. También pensaba cosas malas en mi mente que me hacían sufrir pero no las recuerdo. Yo dormía mal y pasaba el resto del día en pésimo estado hasta que me recuperé y empecé a pensar de forma lógica. El que tiene una enfermedad mental sabe de estas cosas que digo. El que no la ha tenido nunca no sabe nada y a lo mejor, ni me entiende ni hace por entender. Yo, cuando estaba malo, sentía la presencia de mi madre a mi lado fuertemente pero no la de ningún otro de la familia pues creo que no me entendían, no eran capaces, no se molestaban en entender. A día de hoy, siguen sin entender muchas cosas de la enfermedad mental y a veces creen que mi hermano y yo estamos bien y se dan el lujo de creer que somos unos vagos (le oí decir a mi hermana una vez a mi cuñada: ¿qué han hecho estos?). En fin, gente rancia que va a lo suyo.
Estoy de la gente rancia e inexpresiva y desconsiderada hasta los mismos huevos, pero, qué voy a hacer, es lo que me rodea. Quizás los juzgo mal y no son tan malos pero es la impresión que me dan. No tengo otra de ellos. No he recibido muestras de cariño de ellos y sí críticas horrendas, imposiciones, absurdos. Qué mala es la envidia, qué mala gente es aquella que no siente apenas nada por ti y quiere arreglarte la vida. Qué asco dan. No merecen ni que escriba esto pero lo estoy haciendo.
En fin, si pudiera, me largaría a Australia por no verlos.

Si no sientes nada por nadie, eres como si no existieras para los demás o peor.


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