jueves, 21 de diciembre de 2017

Para evitar referirme a la navidad como lo hice el año pasado (dudando de su espíritu o existencia) voy a hablar de los perros: los perros domésticos (los salvajes no), comen de la mano de su amo y por lo tanto le deben fidelidad. Quiere decirse esto que si el perro no muestra un amor grande por su amo, no come. Luego, el perro desea pasar ratos con el amo como si se tratara de una novia y por eso el amo o dueño (quizás estos términos estén en desuso) tiene que pasear con el perro por las calles hasta que el perro desee de nuevo el calorcillo de la casa y le haga ver al amo que ya está bien de paseo. Los perros son una bendición cuando un hombre o una mujer o una pareja de lo que sea no tengan amigos humanos y deseen la amistad fiel de un perro a cambio de darle comida y de gastos veterinarios (últimamente sucede mucho que no tenemos amigos porque los fuimos perdiendo o no los vamos encontrando de nuestro gusto). Los perros, sin embargo tienen la virtud de estar casi siempre muy animados y de hacer zalemas al amo con tal de comer y vivir bien. Los perros tienen dos amores por lo tanto: el amo y todo aquello que consiguen del amo (comida principalmente). Por eso los perros son muy felices con la vida. Para ello solo tienen que ser fieles al amo. Los cínicos eran unos filósofos que no sé muy bien en qué creían pero cínico viene de la palabra kiné que quiere decir perro en griego. No sé qué tendrá que ver ser cínico con los perros, pero así lo hacían ver los griegos. Quizá un perro es cínico en cuanto ama al amo solo por lo que consigue de este. Su amor no es sincero entonces. Por otro lado, deberían educar bien a los perros y llevarlos atados pues, quieras o no quieras, son animales y no entienden de semáforos o aceras. Estas últimas no deberían sufrir sus excrementos sino que los amos deben recogerlos para que nadie se manche o resbale con ellos. Como ya he hablado de los perros, voy a contar un chiste que habla de soltar el rollo: es un profesor que pregunta a su alumno: "hábleme de la guerra de los treinta años". El alumno comienza: "Pues el primer día, a las siete de la mañana... Le interrumpe horrorizado el profesor: "queda usted aprobado. No siga."

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