viernes, 29 de septiembre de 2017

Me levanto por la mañana y el monstruo sigue ahí. Repaso los conocimientos que tengo para pasar otro día que se duerme según avanza. Hay conocidos que trabajan a esta hora, que tienen ocupado su tiempo en una labor valiosa. Yo empezaré otra novela en cuanto termine la que escribí este verano, la historia de mi vida. Pero mientras, la vida me atrapa en un sinfín de laberintos infames que anidan todos en mi cabeza. Y no sé la salida, no la veo por ninguna parte.
Tendré que sufrir mi forma de ser ya que la vida es una historia contada por un niño o un idiota, llena de ruido y de furia y sin significado. Eso es lo que significa la vida: su falta de significado. Por más que nos esforcemos los seres humanos no vamos a encontrar la satisfacción del sentido de la vida aunque algunos digan que les espera un dios al acabarla.
Venimos al mundo sin saber por qué y nos vamos de él también sin saber por qué y mientras, nos debatimos en luchar por ver qué es esto que nos rodea y nos esculpe, que nos devana y nos acerca a algo que nunca sabemos lo que es. Es el signo del ser humano: no saber nada, como dijo Sócrates, no saber lo que hacemos ni por qué lo hacemos. Sabemos que hay leyes pero no sabemos la raíz última de las mismas. Sabemos que hay maldad y nos asombra su existencia sin saber qué la otorga ese misterio. La maldad, la bondad, el bien y el mal son arcanos a los que no llegamos con nuestra pobre alma ni con nuestra pobre inteligencia.
Todo lo dejamos al albur de los dioses o de otras inteligencias que han estado en este mundo quizás a arrojar un poco de luz a lo que llamamos vida e historia del hombre pero tampoco nos fiamos de esos seres privilegiados que sí parecían saber en qué consistía la vida.
Lo nuestro es pasar, pasar. Van a venir días y días y nosotros pasaremos. Unos, pendientes de su belleza; otros, dando vueltas a los conceptos que nos aterran y nos superan. Y todos, todos, ricos y pobres; guapos y feos; desgraciados y afortunados, lo único que habremos hecho será pasar. Pasar como el agua o como el viento por el mundo porque somos motas de polvo, somos la nada hecha representación en forma de seres humanos fugaces e intranscendentes.
Así, todos, alguna vez, con éxito o sin él en la vida, nos preguntaremos: ¿qué hago yo aquí? Y un silencio asombroso, un silencio sobrecogedor nos hará helar el corazón cada vez que preguntemos algo así. Cualquier ser humano quiere saber qué hace aquí, qué juego es este, qué dolor se acumula en el costado producido por la vida pero nunca lo sabrá. Es el misterio de la vida, ese que anda por las cabezas de la gente de cuando en cuando para quedarse sin resolver y crea una angustia atroz por unos segundos.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Me siento en un banco de la calle y oigo el rumor de la mañana. Conversaciones que se elevan y llegan a mis oídos en un incomprensible run run. Faltan cuatro días para que una región de España, una autonomía, rete al país entero a independizarse del mismo. Y la gente está tan tranquila. No veo manifestaciones a favor de la unidad de España, en contra de ese intento de romperla. Y creo que es muy grave lo que está pasando y más lo que va  a pasar pues he oído que los catalanes tienen un sentido de "desapego" de España muy grande. Aunque dicen que solo la mitad de la población de esa autonomía defiende la separación. No sé si acabará todo en un intento o este intento tendrá una continuidad en el tiempo futuro en el que Cataluña persistirá con la idea del sí, del sí a la independencia. Hay mucha gente que apoya esa idea, la llaman romántica pero es muy real, de que Cataluña se separe de España. Pero eso no puede ser. España es una nación que incluye a Cataluña y el gobierno no puede dejar que parte de España se separe. Hay mucha gente ilusa o/y atraída por este movimiento revolucionario separatista que sí cree posible y deseable la separación de Cataluña pero eso no debe ser óbice para que pensemos los españoles de todos los sitios y clases sociales que Cataluña es parte de España y nada más. No hay diálogo ni pacto ni nada que haga que España prescinda de una región que la conforma. Y no hay más que hablar. De hecho, los sediciosos que han amparado esta acción de independencia de Cataluña de España; o sea, Puigdemont, Junqueras y Mas han de responder ante la justicia española de sus delitos de sedición.
Yo,  por otro lado, estoy haciéndome a la idea de que estoy solo o la compañía que tengo no es la adecuada. Me hago viejo, lo noto y no encuentro a mi lado nadie con quién hablar de mis cosas. Veo que hay gente que me hace compañía y tal pero esa gente es muy deficitaria en cuanto a posibilidad de contrastar mis ideas con ellos.
Tengo la compañía de mi hermano que a veces es muy beneficiosa y equilibradora pero tampoco puedo consultar con él mis inquietudes. Me hago viejo. Las modas nuevas me hacen viejo. No veo más que gente rara por la calle, que no entiendo. Este mundo de hoy en día ya no lo entiendo. Las cosas van demasiado deprisa para mí ya. En la población que me rodea no veo ningún signo de la educación humanística que yo recibí en su día. No veo más que materialistas-consumistas preocupados por el modelo de móvil más moderno. No veo más que números que engrosan todos los días los supermercados de ropa y calzado y salen cargados de bolsas. Cervantes es un recuerdo que no significa nada para esta gente. Ni Cervantes ni ninguno que escribió algo memorable. En las mentes que veo todos los días no hay más que una actualidad rabiosa que solo se preocupa de un presente que se agota con rapidez. Consumir, ganar dinero como sea, ese es su lema. El pasado y el futuro no existe. Pasa la gente con la prisa del ahora. No hay nadie que sepa ya quién fue Azaña, Lope de Vega o Galdós. Todo es salir del trabajo y pasar las horas con la mente tan hueca como una caverna, la caverna de las sombras.

jueves, 21 de septiembre de 2017

La gente no se entera de la gravedad del intento de independencia por parte de unos facinerosos que gobiernan Cataluña. Todo lo inició Mas a modo de filibusterismo político cuando vio a las masas de la Diada. Mas vio un filón político en esas gentes y empezó el rodillo que no se ha sabido parar. Incluso se realizó una intentona de referéndum a la que no se dio importancia. Pero la idiotez política en España cunde como la espuma y así se han ido juntando elementos a este intento de independencia como un partido de psiquiátrico como es la CUP. Mas debería estar hoy día en la cárcel, de la que se va a librar por la flojedad del gobierno de la nación. ¿No impulsó Mas un referéndum ilegal ya en su día? Pues por ello debe pagar. Lo que pasa es que este otro referéndum querían los facinerosos que tuviera cobertura legal. Y se cargaron la Constitución como facinerosos que son. Lo más sensato que he oído decir en estos días ha sido al actor Arturo Fernández: " que el gobierno dialogue con gente seria, no con estos que quieren arruinar Cataluña". Desde luego, la independencia sería una ruina para la región de Cataluña y para España y por eso hay que parar el intento como sea.
Me he dado cuenta de que "El país", periódico nacional, no informa convenientemente de lo que pasa y encima, a veces confunde a la gente que lo lee. Sus titulares son engañosos y no me gustan las fotos que pone. Además, hay una especie de buenismo en ese periódico que hace que parezca que todo el mundo es mejor. Pues vaya mierda. En estos momentos de incertidumbre política, incertidumbre informativa. Deberían plantearse en ese periódico de qué lado están y ser más rigurosos en lo que dicen a sus lectores. Lo digo porque leo los tres periódicos de tirada nacional y en los que una cosa es clara como el agua, en "El país" se trata como con miedo a decir la verdad. Me parece que este periódico apoya a los socialistas. Pues vaya futuro le espera, con dirigentes que dicen una cosa en Bilbao y otra en Madrid, que no saben defender España y que en concepto de economía no saben más que regalar dinero a mansalva como hizo ya el malhadado ZP. Si "El país" anda con medias tintas en lo que cuenta, habrá lectores que no se darán cuenta de la dura realidad y vivirán el cuento de hadas de que todo va a ir bien y que los de derechas son todos muy malos y los de izquierdas son como hermanitas de la caridad. Pues vaya plan.

martes, 19 de septiembre de 2017

Son las ocho y diez del día 20 de septiembre de 2017. Ya va clareando. Acabo de desayunar y de leer la prensa. La mañana que me espera ya la conozco y no creo que me depare sorpresas. Ansío ir a algún sitio desconocido o especial, donde haya música o la música me acompañe pero mientras me voy a ir a Las Rozas a eso de las nueve, después de escribir un poco. Tengo que acabar la novela de mi vida que ocupa unas cien páginas. Ojalá pudiera yo escribir la historia de mi vida con mi propia vida, firmando una vuelta al globo o tirándome en paracaídas.
La vida va dando vueltas, como hace el mundo todos los días sobre sí mismo; la vida es una noria puede que un poco absurda, puede que un poco tiránica, puede que un poco insistente.
La novia que no tengo se desnuda para entrar a la ducha y mojarse el cuerpo con deleite antes de coger el metro y llenarse de la suciedad del ambiente. Luego trabaja hasta las tres.
Los perros son esos animales que viven tristemente con el hombre en las ciudades exhalando melancolía, sudando la pobre hiel que sudan los humanos.
Yo me retiro al camino, camino que me espera hoy. De su mano, llegaré al pueblo de al lado y luego volveré a casa. Haré un camino incesante y terco como la lluvia que no cae.
Yo debo ser un alma inquieta pues sueño con sitios lejanos, imagino historias con palabras, deseo conocer gente nueva. Deseo también la mezcla de estas tres cosas: escribir sobre sitios lejanos, conocerlos y charlar con gente nueva de esos sitios y esas historias que he creado o crearé con palabras. Todo bulle en mi interior y no he conocido a nadie con el que hablar de semejantes cosas. Me siento solo con mis inquietudes. Internet no me ofrece la oportunidad de conocer gente nueva pues esa gente solo desea el amor o el sexo y yo lo que deseo es el compartir historias o ideas del mundo frente a una taza de café. Yo soy quizás un intelectual sin intelectuales al lado. Por lo tanto mis ideas se diluyen en mi propia cabeza una vez pensadas. Yo me monto un mundo de ideas, palabras, historias creadas, deseos que no tienen fin pues la imaginación es fértil en la soledad pero no tengo con quién contrastar tales deseos o ideas o historias. La gente solo piensa en compartir la vida pero no los pensamientos. La gente quiere estar al lado de otra persona pero solo por el hecho de estar al lado de otra persona. La soledad es muy mala pero hay que gestionarla. Me daré un paseo hoy para ahuyentar la soledad porque el camino en el que se pierden los pasos reblandece la soledad y la transporta a algún lado.
Me está pasando lo que creo que pasa a los que llegan a la cuarentena y no se han casado o se han divorciado: su horizonte vital se ve reducido porque no tienen amigos, añoran una realidad del pasado en la que podían contar sus inquietudes y sus logros ante una audiencia que les hacía caso. Ya no hay nada de eso. Hemos perdido todos los amigos porque estos sí se han casado y tienen un proyecto futuro alejado de nosotros y además, es muy difícil hacer amigos llegada una edad. Entonces, hay que lidiar con la soledad impuesta, con la soledad que se ha ido almacenando con los años de perder amigos que forman parte de un pasado o un presente en el que no se puede contar con ellos. Hay que vivir solo porque quizás ya hemos perdido a nuestros padres, nuestros hermanos ya no están en nuestra órbita vital y los posibles amigos están en un limbo llamado internet al que no acudimos por desconfianza o por miedo. Repito: toca ser robinsones de la ciudad o el pueblo donde vivamos. Algunas conversaciones casuales nos hacen aterrizar en el mundo por unos momentos. Conversaciones con vecinos, con familiares etc. pero no nos ofrecen esas conversaciones la alegría que nos ofrecían aquellas del instituto, la universidad, el trabajo aquel que desempeñamos hace tiempo.
¿Qué hacer? Creo que debemos adueñarnos de nuestra soledad, hacerla nuestra y exprimir lo que tenga de bueno. El buey suelto, bien se lame, dice el refrán. Hagamos lo que nos dé la gana pues nadie va a pedirnos explicaciones de nuestra conducta. Pasémoslo bien aunque no tengamos un público que nos halague y nos diga que buenos somos. Practiquemos cosas sencillas como dar un paseo, hacer fotos, escribir, ir a Madrid... Sorprendámonos a nosotros mismos haciendo cosas valiosas como una novela. Organicemos nuestro tiempo como queramos y saquemos provecho de él. La soledad favorece el pensamiento y cuanto más pienses, más ideas vas a sacar para hacer y divertirte. Y, que no se me olvide, si no puedes reír, al menos sonríe.
Yo, a lo largo de mi vida como profesor, me he tenido que adaptar a, al menos, 17 institutos diferentes en veinte años. Yo era interino y seguí siéndolo hasta casi el final. Leo en un periódico que en la educación, uno de cada cuatro profesores son interinos. ¿Cómo va a funcionar bien la educación con esta variable tan mala en la que muchos están de paso en los institutos? Así no puede funcionar bien la educación. Porque el interino no está centrado, no tiene historia, solo sustituye. Ya es hora de que la administración educativa haga un esfuerzo para que no haya tanta interinidad. La interinidad crea injusticia en los institutos en los que el interino carga con lo peor y el profesor antiguo se deshace de carga lectiva. ¿Cuándo va a llegar el interino a la situación de un profesor antiguo? Cuando esté a punto de jubilarse, a los sesenta pues se ha tirado hasta los cuarenta y pico de interino y opositando. Una injusticia. Mientras, el profesor antiguo se va quitando tarea que endosa al nuevo, al interino, el interino sufre por sacarse una plaza que obtiene a los cuarenta, cuando ya se ha recorrido toda la comunidad de Madrid sustituyendo. Qué pena. Y luego echan la culpa a los chavales, a los padres, a los profesores. La administración debería mirar qué está haciendo.
"El sí de las niñas" es una obra de Moratín hijo que tuvo mucho éxito en las tablas. Es una obra sencilla que trata de una sobrina que van a casar con su tío viejo. Es horrendo pensar en tal casamiento, como le pareció a Moratín. Pero lo bueno de esta obra es el equilibrio que hay en ella. Transcurre en un día, en un solo escenario y también tiene unidad de acción. La acción es muy clara. Es una joya de la literatura neoclásica que quiso romper con el teatro fantástico y absurdo que había en aquel entonces. Sería un trabajo ingente cultivar el gusto de la gente actual con obras que llevaran mesura, enjundia y realismo al cine, a la televisión y a la literatura. No hay más que zombis, enajenados que ponen bombas, crímenes horrendos y sofisticados en la escena actual. No hay quien vea una película como Dios manda en la televisión, que tenga la medida del hombre: todos son exageraciones a cada cual más brutal. El buen gusto se perdió hace ya mucho tiempo y los monstruos abundan en todos los lados. El hombre no quiere al hombre en el arte: quiere violencia sofisticada y mucha acción que sonroja la inteligencia. Hemos llegado a la estupidez por la estupidez en la creación de historias. Es hora de contar la realidad del modo más claro, sin asesinatos, sin zombis, sin estúpidas persecuciones de coches. Nadie hay que escriba el guion de una película que llegue al corazón del ser humano. Yo, si pudiera, acabaría con estas películas pero no estamos en 1806, año del estreno de "El sí de las niñas".
El Escorial es muy bonito porque parece que te habla la piedra. En Toledo, cuando vas por las callejuelas, también te hablan los siglos. En Alcalá de Henares y en la Salamanca del Tormes te hablan las leyendas, las universidades, el Lazarillo, Cervantes que estudió en la ciudad madrileña y tantos otros escritores renacentistas que blandieron su pluma para quejarse o para crear otro mundo porque este no les gustaba. Me gusta el Renacimiento: se dieron en esa época el descubrimiento de los clásicos y su renovación y también un modo optimista de ver el mundo, un modo culto de ver las cosas. La primera parte del Quijote obedece a ese ideal de que las cosas tienen arreglo, de que la vida es bonita. Luego llegaría el barroco y la vida se sumió en un caos que Dios creaba para su desentrañamiento, su sutil análisis inteligente. Así son "Los sueños" de Quevedo y otras obras en prosa del autor, en las que todo está enmarañado, todo el mundo engaña. Me parece que vivimos un barroco en el que todo está mezclado y nada es lo que parece. La sinceridad y la verdad se han aparcado en un parking subterráneo y no salen a la luz nunca. Qué falta nos hacía un renacimiento de las ideas, de los cargos, de los que gobiernan, de la literatura, del amor y del hombre y la mujer que hoy en día están sumidos en un caos de confusión, de engaño, de divorcio continuo, de las pocas ganas de mostrarse tal cual uno es.





Me fastidia levantarme tarde. Pero así fumo menos y estoy descansado. Pero la mañana se me va. Este ritmo de sueño se debe a la relajación del verano. Pero dejémonos de particularidades sobre el sueño y analicemos un libro sobre Jung que ha caído en mis manos: es un libro de kiosco que pretende la divulgación clara del pensamiento del psiquiatra. Me ha gustado mucho porque habla del símbolo, de los tipos de personalidad que hay entre los seres humanos, sobre el análisis, no la interpretación, de los sueños y se compara a Jung con Freud. Freud era más ortodoxo, más frío que Jung en el análisis de la mente humana. Jung se interesó por un montón de disciplinas incluida la parapsicología. Todavía es verano. Mañana o pasado entrará el otoño y dicen que va a venir una racha buena para los escorpios. Yo no es que crea en el horóscopo pero es una forma de predicción del futuro como cualquier otra. En la predicción católica te dicen que te portes bien y así irás al cielo. ¿No es difícil creerse eso? O la bolsa, con sus acciones que suben y bajan. O la ciencia que crea hipótesis que no son nada fácil de demostrar. El horóscopo dice que tendrás buen día. Si no lo tienes, falla tanto como la religión, la ciencia o la bolsa.

viernes, 15 de septiembre de 2017

En las guerras hay reductos de paz y deseos enormes de que acaben. También hay en las guerras gente pacifista que trabaja para que acaben. En la guerra se desea la paz. Cuando hay desórdenes en un país, los dictadores afilan los dientes viendo una oportunidad de actuar. En las dictaduras, hay reductos de libertad y gente que lucha para que la dictadura caiga. En la paz parece que también hay un camino que se abre paso a la guerra por falta de entendimiento o deseos encontrados. Si el país es débil, ese camino de guerra llevará a ella. Si el país está consolidado, actuará el Estado y despejará esas ideas de ruptura o de deseos erróneos. En el género humano, si se está en un estado, se desea otro.
Quiero decir con esto que los países y los seres humanos estamos siempre en lucha contra nosotros mismos, deseando lo que no tenemos. Cataluña quiere ser una nación, aspiración sana si no perteneciera a España. ¿Habrá naciones que quieran ser provincias de otra nación? No sé si se habrá dado el caso. Argelia me parece que pudo ser provincia francesa. En fin, ya digo: soy esto pero pretendo ser aquello otro: el pan nuestro de cada día.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Estoy a punto de hacer una ensalada de dos lechugas que he adquirido hace poco en el pueblo de al lado. Comer siempre relaja, no solo el hambre sino también el ánimo y se recobra cierta alegría perdida después de saciar el apetito. Esto es lo que importa a un mortal como yo, no esas sandeces de repúblicas nuevas.
Los periódicos traen muchas noticias que agrían el carácter del que las lee por lo común. Las noticias que hacemos los mortales con cuatro cosas que nos valen cuatro duros valen más que todas las noticias del periódico. Mi ensalada es una buena noticia que voy a manufacturar yo mismo, sazonándola adecuadamente y trasegándola en mi interior. No es que haya que ser uno ignorante de las cosas pero sí saber dar a las cosas su importancia.
Y la importancia que tienen las cosas de mi alrededor es radical con respecto a tanto aparato que da vueltas por Cataluña o por Corea del Norte. Ojalá un día el mundo fuera perfecto pero eso nunca sucederá. Mi ensalada sí es perfecta a esta necesidad que siento ahora y como tal la voy a tratar.
En una democracia, hay que confiar en el ciudadano. Pero al ciudadano le da por montar repúblicas o por romper farolas o por poner bombas. En una democracia, el ciudadano debe ser instruido, así respetará mejor las leyes. Cicerón dijo que para ser libres, debemos ser esclavos de las leyes. Yo desconfío de los ciudadanos que no llegan al bachillerato y tienen una inmensa oferta de consumo que no llegarán a satisfacer porque tendrán bajos sueldos. Desconfío del presidente que diga que España es un hecho discutido y discutible. Es el mayor de los hijos de puta que puede encontrar una nación, el que la discute. Estos engendros políticos que nos hemos tragado, como los gobiernos imbéciles, han hecho posible, tiempo después, estos otros desvaríos de repúblicas.
Estos gobiernos de la ocurrencia han formado una excusa en la ciudadanía para hacer las cosas mal y decir que todo es válido. Una excusa ambiental para decir: todo el mundo es tonto y malo. ¿Por qué no puedo serlo yo?
Hijos de puta han gobernado pendientes de una fotografía y ahora tenemos esto y una posible repetición de otro gobierno imbécil.
Según está el mundo, uno no sabe qué pensar ya. Pero seguro que ya les sucedió a los romanos, que veían cómo su imperio decaía de día en día. Veían signos. A mí, lo que me molesta de la política y de la degradación que hay en la vida pública es que llega a la ciudadanía ese malestar de no saber quién tenemos al lado. Nadie se fía de nadie ya, o esa es mi impresión. Como nos han enseñado las llamadas élites a hacer toda clase de tropelías, las ensayamos también nosotros con el vecino y la convivencia se agría de modo irremisible.
Hace mucho que no amplío mi agenda de amistades y yo creo que también es por eso, por la cerrazón que tiene la gente ante los demás. Nadie quiere ofrecer una mínima confianza al otro porque ya ha oído demasiados casos de maldades que abriga el otro. El estar conectado continuamente a noticias malas pervierte sin duda la percepción que tenemos del mundo y ponemos una mueca de asco no solo ante las noticias sino ante aquel que nos brinda el saludo. Somos muy correctos con el otro, no sea que vaya a pasar algo pero no queremos saber nada del otro, no sea que vaya a pasar algo. De modo que el otro nunca sabrá nada de nosotros y nosotros no nos mezclaremos con el otro. Para eso se realizan seminarios y clubes donde conoceremos estrictamente al que tiene una afición como la nuestra o le guste la misma música que a nosotros. Pero jamás vamos a dar la mano a alguien que sienta o piense diferente que nosotros. No vaya a pasar algo como pasa todos los días en internet y otros medios de comunicación que lo ponen todo negro para que estemos asustados continuamente y no nos fiemos ni de nuestro cuñado.
Hay un intento de vivir mejor que no sé si pasa por conocer gente nueva que ayude a relativizar mi absoluto vital y mi rutina de días iguales. Hay un deseo de viajar aunque sea aquí al lado para ver cosas nuevas que relativicen el absoluto local. Hay un deseo de cambio. De todas formas, para agobiarme más y poner tasa a mi vida de alguna manera, he calculado que me quedan veintidós años de vida operativa. Lo demás, a partir de mis setenta años, casi sobra. La vida es breve, sí, y se hace más breve si no se vive.
Pero bueno. Es lo que hay. Podría yo estar peor de lo que estoy si evaluamos la variable de no haber podido tener independencia económica como tengo. En la vida hay muchos yugos que uno debe ajustarse al cuello como uno pueda y tirar para adelante.
El otro día estuve comiendo con un amigo que decía que para los cuatro días que está uno en el mundo más vale tener un montón de dinero para poder disfrutar. Yo no he tenido nunca ese pensamiento. No me han transmitido el deseo de dinero. Con lo que tengo, vivo. A mí, lo que me gustaría quizás, es conocer más gente para pasarlo bien. Y creo que ni eso, que la gente suele dar problemas. Los amigos, según dice la tradición, se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos. En fin, por muchos deseos que tenga yo de pasarlo bien, mi vida es mi vida y he de aceptarla como es, como hace el común de los mortales.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Una música lenta y tranquila se cuela insinuante por el corazón y hace olvidar los problemas del mundo. Estoy en una taberna de Segovia. Es pequeña. La sobriedad manda en ella. El dueño me ha puesto un café con leche y me he sentado en una mesa. El suelo es de losas del color de la sangre. Las botellas me miran desde su anaquel. La música es todo lo que reina en este recinto aparte del silencio de los hombres. Todo lo que pasa en la calle aquí no llega. Las noticias del mundo parecen haber muerto en cuanto crucé el umbral de la taberna. Todo en este recinto quieto es sosiego, reducida vivencia de pocas cosas, estoicismo repartido por cada rincón austero del lugar. Parece que los objetos hablan. Los vasos, la cucharilla, el suelo parece hablar un lenguaje silencioso como el silbido de una boca que prohíbe el rumor.
Hay un rumor, sí, como de cosa acabada para siempre, como de cosa hecha hace mucho tiempo que no va a cambiar. Cuando entré, me dolía un poco la cabeza pero al entrar, viví como nunca el instante ascético en el que no hay nada más que nuestras almas oyéndose. Descansé del ruido, descansé del calor y el sol, me tomé mi café. La oscuridad de la taberna parecía alumbrarme por dentro. La música seguía sonando libre, acogedora. Mis oídos oyeron una luz. Mis ojos se acostumbraron a la cegadora penumbra de la taberna. Pasé unos momentos felices. Entró una mujer joven. Pidió de beber. El encanto se rompió por momentos. Salí a la calle y triste, el mundo me recibió de forma cruel.
No he sabido valorarme: valorar lo que he hecho en mi vida y estar orgulloso de mis hechos. Creía siempre que cualquiera era mejor que yo. Me humillaba demasiado.
La verdad es que tiene mérito hasta dónde he llegado y cómo me mantengo. Otros en mi lugar habrían tenido demasiadas dependencias malas.
Yo y mi hermano vivimos independientes de mis padres y eso es importante tratándose de dos enfermos crónicos como somos.
No me puedo ni imaginar lo que hubiera sido vivir con nuestros padres: eso sí que hubiera sido una locura. Conseguí todo al aprobar la oposición. Ese fue mi gran triunfo, mi gran hecho.
El otro día vi una película en la que el abuelo de la familia, en su lecho de muerte, habla de que en la vida no hay que decir muchas cosas sino que la vida se basa en hechos. Cuánta razón.
La vida te da o te quita pero en la vida tú puedes conseguir cosas si te lo propones, no solo la vida es algo para quedarte mirando a ver cómo pasa.
Yo no me he quedado mirando la vida. He intervenido en ella. He ejecutado hechos que me han valido para mi presente. Soy lo que he hecho de mí.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Mi insignificante biografía no me permite estar orgulloso de mí mismo. Tengo ciertas inquietudes que parece que me hacen cosquillas y otras veces me molestan. Voy tirando, sería el resumen de mi presente. Y el de tantos, claro.
La verdad que mis años de profesor no los valoro y los años de "novelista" tampoco. ¿Qué valoro pues?
Pues valoraría coger la carretera y largarme a recorrer kilómetros.
¿Y por qué no lo hago? Una pereza ancestral me lo impide.
La carretera está ahí, es una extensión de alquitrán que une pueblos y ciudades. Pero yo no la surco. Yo no la abarco.
La vida quizás es un misterio de difícil solución. Lo único que desvela el misterio de la vida es la acción. La acción determinante y loca.
Pero pasaron los días de la acción y vinieron los de estar en una silla frente al ordenador.
Tristeza de amor, Tristeza vital. Un beso que se perdió hace ya mucho tiempo en el interior de un coche antiguo.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Me cuesta escribir porque la vida me ofrece pocas experiencias sobre las que hacerlo pero la pura rutina es motivo también de escritura. Me levanto con el mismo horizonte que ayer en lontananza vital. Haré lo mismo hoy que ayer y que antes de ayer.
Pero bueno, no vamos a dramatizar sobre un hecho normal porque todo el mundo hace las mismas cosas todos los días y no pone el grito en el cielo. A mí me gustaría viajar aunque fuese solo un poquito y lo pudiera hacer solo pero no lo hago. Una pereza inmensa me tiene reducido como la cabeza jibarizada de un explorador, a un territorio conocido y áspero como la piel de una serpiente.
Insisto: si no me muevo es porque no quiero o porque hago pereza, no porque no quiera. Ahí está Madrid con sus encantos o la sierra, con sus aromas de plantas silvestres. Puedo hacerlo todo, puedo pasarlo bien y no lo hago. ¿Por qué? Solo porque soy un pusilánime sin perdón.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Ayer me dijo el horóscopo que tuviera una experiencia nueva, "sea la que sea". Una amiga me mandó un whassap diciéndome que lo importante es disfrutar del día a día, de lo que te ofrecen las horas sencillas. Ahora hay mucha movida sobre interpretar lo que es la vida y lo importante de la vida y se hacen frasecitas más o menos creativas sobre lo que es pasar la vida y tal, del tipo: aprovecha los momentos que no volverán y tal que crean una angustia en el que recibe esos mensajes no lo estará haciendo mal, no entendiendo la vida como Dios manda. Uno se levanta por la mañana y piensa quizás que debe aprovechar el instante, las cosas sencillas de la vida, debe disfrutar del presente, etc. Y eso precisamente es lo que está haciendo pero quizá no disfrute demasiado de su presente porque su presente es muy parecido a un insulso paso de las horas y ahí viene el problema: el paso de las horas, tan soso que no da ni para paladearlo. Pero es así tu presente o el de cualquier otro. Disfrútalo entonces, de tan sencillo que es tu presente, te da la sensación de que no merece la pena vivirlo y de ahí el problema, el eterno problema de un presente aburrido.

martes, 5 de septiembre de 2017

Otro día más. Aquí, frente al ordenador, leyendo las noticias del periódico. Ya quedan lejos los días de hotel, en vacaciones. La playa, me la imagino, estará ahora más vacía quizás que cuando yo estuve pero de todos modos, preciosa, con sus olas que vienen y van, vienen y van. Y esa carretera que nos trajo a la meseta desde el norte, qué maravilla, que corto se me hizo el viaje.
Las vacaciones es lo que tiene, que pronto pasan, que ni nos acordamos ya. Pero allí estuvimos, en la playa de San Lorenzo, yendo y viniendo por el paseo marítimo.
Estos días de septiembre son calcados unos a otros, no se añade nada nuevo a ellos. Ayer hice la compra con mi hermano y luego fui a dar el paseo con él también. Nos lo pasamos bien con cosas sencillas, como el paseo.
Hoy comeremos crema de calabacín y filetes de pavo.
La vida comienza un día y luego se pone a rodar por no sé qué sitios y ya no para. Rodando y rodando se va impregnando de cosas. Cosas asquerosas o maravillosas, depende. Y así es la vida. 

viernes, 1 de septiembre de 2017

El desánimo cunde pues la soledad cada vez es más sonora. Hoy viernes no hay ni un indicio de fiesta ni de pasarlo bien. Simplemente, lo de siempre. Hay perros que ladran a la luna con la ansiedad de los solitarios y siempre acuden a la plaza pública a hacer saber a los humanos su soledad. Hay fiestas en algún rincón de la ciudad, las oigo, veo cómo se forman desde por la mañana pero yo no estoy invitado, yo solo soy un espectador de uñas muy bien pintadas y labios sensuales que se agitan en una terraza de verano de grandes dimensiones.
Yo solo soy como un viejo al que se le mira con pena, un viejo al que ya no invitan  a las fiestas porque no va trajeado ni a la moda. Yo me siento infeliz de no pertenecer ya a un grupo, un gran grupo de amigos con el que todo fuera posible. Solo conozco a unos mendigos y a unas cincuentonas tristes que solo hablan de los bizcochos que compran en el súper y de su orina triste.
Es penoso haber llegado hasta aquí. Pero no me quejo. Voy viviendo, voy viviendo y espero solo un poco de vida, el suficiente, para seguir muriendo.