domingo, 5 de febrero de 2017

Tener fe en una acción que vas a ejecutar ya es media acción hecha. Yo, que quiero dejar de fumar, no tengo fe en que esto vaya a suceder y así, no dejo de fumar. Lo máximo que hago es fumar menos. Si yo me viera en un futuro cercano sin fumar y no pasando ansiedad, ya habría dejado de fumar. Y lo mismo vale para publicar una novela, saltar una valla de dos metros o ligarse a una belleza.
La fe, en algunos casos o en todos ellos, es fundamental. Hay gente que tiene una fe  no adquirida sino innata y todo lo que persiguen lo hacen con fe. Hay otros, como yo, que prescindimos de la fe, que creemos que todos los objetivos que perseguimos debemos conseguirlos a base de aplicar mucho ingenio, esfuerzo y tiempo para poder llegar a disfrutarlos. La fe es algo que no contemplo, que no está dentro de mí. Solo confío en mi trabajo. Lo que debo tener es fe en mi trabajo pero no fe en el objetivo conseguido, no me veo con el trofeo en las manos antes de tenerlo entre las manos.
No soy un creyente sino un agnóstico. Y actúo como tal. Creo que todas las cosas que hay en el mundo necesitan una explicación, yo no creo en ellas por que sí y el medio para conseguirlas también es una manera de romperme la cabeza antes de ponerme a pensar en que lo conseguiré por medio de una creencia. Como Santo Tomás, necesito tocar todo antes de creer en ello y tocar no es dado a todo el mundo, solo a los descreídos.

Ten fe, lo tendrás todo.


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