sábado, 4 de febrero de 2017

Hoy tengo más moral. No sé por qué. Estoy haciendo un intento por dejar de fumar. Ayer me lo pasé bien en un taller literario. Pero lo fundamental es que estoy viviendo mi periodo de euforia particular después de la fase depresiva. Creo que se trata de eso.
Mi enfermedad es así. Alterna esas fases de declive anímico con otras de tranquilidad alegre.
He estado oyendo un documento sonoro en la radio sobre el cambio climático. Dice ese documento que en 2003 hubo un verano tan caluroso que murieron por su causa 20.000 personas. En occidente. Desde ese momento la gente tomó conciencia de que el clima había cambiado por efecto del hombre.
A mí me disgusta que las estaciones no se sucedan como deberían. Y me disgusta la tala indiscriminada de árboles y la desaparición de los bosques y la contaminación producida por los coches y el consumo salvaje.
Todos deberíamos hacer algo por el medio ambiente. No consumir tanto, no dar tantas vueltas con el coche. No fastidiar al cielo que nos cubre.
En estos últimos años hemos asistido a migraciones de gente que se ha quedado sin su medio de vida por efecto del cambio climático. Se llaman los refugiados climáticos. Todo por una civilización hiperconsumista y no sensibilizada con el medio. Ojalá no acabe todo esto de modo apocalíptico.

Los recursos de la Tierra son limitados, el egoísmo no.

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