martes, 22 de noviembre de 2016

Por las mañanas iba yo a ver a un vendedor de la Once que es muy cachondo. Ya se ha jubilado y vive en Lucero, el mejor barrio del mundo entero. Hubo mañanas que las risas echadas con ese hombre no tenían precio. Yo le solía hablar de mis neuras y él solía definirlo como "enmogollonamiento"; o sea, que yo me enmogollonaba con facilidad. Hace unos días, yo estaba enmogollonado y me he desenmogollonado en estos días. Parece que con mi enfermedad o mi carácter, no sé, primero he de estar mal para luego estar bien. Primero tengo que mascar mucha hiel para que luego paladee alegremente un poco de almíbar. Es así. estoy medio depre y a disgusto con todo y luego se me pasa y me pongo contento y la vida me parece ya un poco más paradisiaca o por lo menos lo suficientemente paradisiaca para no estar maldiciendo lo que hay en ella.

Y así voy. Estos días no me molestan los niños caprichosos y gritones ni los de derechas ni los de izquierdas, ni las mujeres que van de feministas ni los van de machistas. Pongo toda mi ilusión en vivir la vida y la vida fluye de puta madre. Toda la gente es moving, me da la sensación, y yo también voy moving por el mundo sin preocupaciones ni rabietas. El primero que lo agradece soy yo pues parece que voy más ligero de todo y la cabeza menos cargada de manías y obsesiones que me aturden durante el periodo de la hiel.
Espero disfrutar de estos momentos y espero que duren mucho porque así soy feliz sin darme cuenta.

Cuando todo va bien, no vemos la tristeza.

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