martes, 10 de mayo de 2016

Si mi vida era muy simple, se va a simplificar más si cabe. Me he aficionado a leer un libro de la biblioteca por semana. Después de comer y echar siesta, escribo. Doy paseos con mi hermano y de vez en cuando, hacemos una excursión a donde podamos, a Aranjuez, a Villalba. En verano espero ir de vacaciones a algún lado.
Está visto que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Yo podría romperme los cuernos por comer langosta pero sería una ridiculez por mi parte y por parte de la langosta.
Mi afición a escribir me llena bastante. Luchar contra la página en blanco me llena de animación interior y ojalá algo de lo que escribiera se pudiera publicar y lo leyera la gente. No pido más. Ni menos.
Los días se vierten como gotas sutiles de una lluvia mansa. Eso es todo. Pasan los días para el rico y para el pobre, para el feliz y el infeliz, para el potentado y para el fracasado. Solo un montón de días nos preceden la tumba que espera. Es así de simple. Como mi vida, como la de los que no deseamos mucho.

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