miércoles, 23 de marzo de 2016

Estoy solo. Mis padres y mi hermano se han ido de mañana. He comido de menú, he hecho unas compras y me he acostado aunque no he logrado dormirme. Ahora no se oye ni una mosca. Voy a leerme un libro de la biblioteca y a beberme una coca cola y a fumarme unos cigarrillos muy a gusto.
He apañado al periquito esta mañana y he fregado a eso de la una. He pasado la mañana hablando con unos amigos.
Para el jueves santo quiero todo el tiempo para mí solo, para hacer nada, para prepararme a eso de las dos unos espaguetis a la putanesca, comérmelos y tumbarme a oír música.
Estar solo enciende un sexto sentido, algo así como sentirte rodeado de la nada o de algo especial: el tiempo que tienes para ti.
Estar solo mola durante unos días, luego se hace pesado pero si te lo montas bien puede ser divertido. Estar solo te conciencia de ti mismo y de tu tiempo y de tu dinero y de lo que haya alrededor. Estar solo es no hablar, es actuar o callar todo el rato. O cantar si se da la ocasión.

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