jueves, 31 de diciembre de 2015

Ahora que todo es alegría, paz y amor, recogimiento y felicidad, me voy a ir a una cueva de las más profundas que haya para no oír esos cantos de sirena que nos dicen que la gente está muy contenta de que llega el nuevo año. Resulta que ha habido unas elecciones tras las cuales los políticos inventan naciones por todas partes, no se ponen de acuerdo y a lo mejor nos hacen votar otra vez. Resulta que estos años de recortes y de reformas no han dado el resultado apetecido aunque la prima de riesgo ha bajado. Resulta que hay una autonomía que quiere ser nación por todo el morro. Resulta que los españoles no tienen dinero que gastar. Resulta que si lo que hemos padecido es malo, lo nuevo se parece a la república venezolana. Resulta que he descubierto que a mi novia le falta un tornillo. Resulta que mis novelas no son valoradas debidamente por las editoriales a las que las mando. Resulta que el año que viene, más de lo mismo o peor. Entonces, ¿a santo de qué tanta alegría, tanto champán, tanta fiesta desmedrada? El año nuevo que viene viene con la misma mierda y más incógnita que este. La segunda transición la llaman.

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