martes, 13 de octubre de 2015

Según pasan los años, parece que la vida nos arrrincona y nos sitúa en una soledad inexorable. Aquellos amigos de juventud se olvidan, acaban, no se los ve. Es muy difícil hacer amigos nuevos a una cierta edad. El círculo en el que nos movemos a partir de los cuarenta años es breve, difuso y descorazonador. Es como si se te cansara la vista de ver siempre la misma gente.
La soledad que de cuarentones empieza a asomar en lontananza ya es para siempre, casi hasta que te mueres pues ya no vas a hacer muchos amigos que se diga y el que los tiene, son amigos de pacotilla, de tomar un cubata.
La soledad debe ser tomada entonces como un patrimonio del que disfrutar sin compañías molestas que no hacían más que meter ruido alrededor. Si tienes mujer e hijos te habitúas a ese paisaje cotidiano ya para siempre y los demás ya no te hacen la falta que te hacían antes.
La soledad viene con la vejez, cuando nos hacemos viejos y ahora viejo es cualquiera que supere los cincuenta pues está muy mitificada la juventud en la cabeza de la gente ignorante por las cargas propagandísticas de los medio de comunicación.
Total, si pasas de una cierta edad, viene la soledad a visitarte.

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