lunes, 7 de septiembre de 2015

Las relaciones humanas se rigen por un montón inconmensurable de actos casi absurdos y por el error. Ya que el hombre falla, yerra, las relaciones humanas van en ese yerro humano. Uno va y dice que aquel le ha mirado mal o le ha dicho tal cosa que ha malinterpretado, cosa muy común en el lenguaje y en las transacciones humanas. Ya llegó el enfado, las malas caras consecuencia del error de apreciación. Otro decide no hablar con ciertos elementos de su familia y de esos elementos de su familia a los que no dirige la palabra hay uno que se enfada porque no sabe a qué viene tanto mutismo. El mutismo no es explicado, al miembro de la familia se le hace una bola ese mutismo del otro que decide no hablar y ya llegó el malentendido y pensar mal de esa persona. Porque si uno calla, debe decir por qué calla (si no, es estúpido) y si piensan mal de él porque calla debe aguantarse. Son malentendidos. Quizás solo calla por que es idiota pero no lo explica y de ahí, la incomprensión. El género humano es idiota la mayor parte del tiempo.
Si callas, tendrás que decir por qué.

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