jueves, 27 de agosto de 2015

Como he venido de vacaciones y el blog tenía muy pocas visitas pues me he empeñado en escribir unos cuantos artículos de estos a ver si recupero la atención de mis visitantes. Pero no sé de qué hablar y cuando no se tiene de qué hablar, pues se empieza hablando del tiempo. Ha hecho muchísimo calor en julio, ha sido desesperante. Luego se suele hablar de la salud. Yo me encuentro bastante bien aunque mi barriga ha crecido durante estos tres últimos años. Las pastillas me dejan muy dormido por las mañanas pero por las tardes me suelo encontrar mejor. He estado de mal humor estos dos días porque he dormido mal, en fin.
Y por último se trata de hablar de la familia. Los padres bien, muy viejecitos pero activos. Los hermanos, bien y los sobrinos, por ahí andan de vacaciones todavía, creo.
Luego ya se habla un poco de lo bien que hemos pasado las vacaciones aunque sea mentira y un poco de política: los recortes, que viene la izquierda, etc.
Si sabes llevarte bien, sabes un montón.
Me estoy leyendo "El tambor de hojalata" de Gunter Grass. Habla de un niño o un  enano que tiene dos particularidades: toca incansablemente un tambor de hojalata esmaltado de rojo y blanco y con su voz puede romper cristales. Luego se hace, a través de ese niño o enano de los demonios un recorrido por la Alemania nazi desde la visión de una ciudad llamada Danzig, que separa o une Alemania y Polonia. Es muy emocionante la descripción de la batalla que tiene lugar en el departamento de correos polaco en la ciudad. Conmueven mucho esos capítulos en que los polacos se defienden de los nazis y acaban fusilados. Hay un personaje, el padre del niño del demonio, llamado Jan Bronski, que pone los pelos de punta por su historia desgraciada. A mí, después de estos episodios emocionantes, el libro me está aburriendo bastante. Lo voy a acabar porque dicen que es de lo mejor de la literatura europea pero ya digo que no me está gustando.
Si tienes suerte, compártela. Nunca la suerte es de uno.
He mirado en un libro de Luis Rojas Marcos, sevillano que trabaja de jefe de psiquiatría en Nueva York, que el amor no es cosa sencilla, que requiere un trabajo. Sea el amor de un hombre por una mujer o cualquier otro, si no le damos duro a ese amor, ese amor se nos va. En ese trabajo sobre ese amor intervienen cosas como la honestidad, la entrega, la generosidad y el saber estar. No todos valen para eso sino que a la menor ocasión, traicionan ese amor o dejan de trabajar para él y ese amor se va. Es muy duro conservar amigos, amores, padres e hijos porque implican un esfuerzo grande pero a lo mejor merece la pena haberlo hecho; según las personas, creo yo. Lo peor sería intentar aprovecharse de ese amor egoístamente y habrá gente que lo haga, lo cual pone las cosas peor porque convierte el amor en esclavitud. En cuanto a mí, yo hago lo que puedo por los amores que tengo pero también digo las verdades cuando creo que debo decirlas para que no abusen de mí y todo se mantenga en un "amor democrático" que creo que es el mejor que pueda darse.
Si no sabes amar, casi no sabes nada.
"Estoy de mal temple". Esta expresión se usa en mi entorno familiar para decir que estás de mal humor. "Mal templado está el laúd", dicen en "La Celestina" los criados cuando ven a Calisto sufrir mal de amores. El temple de una cosa o de un alma es esencial para que funcione bien. Otra cosa es aburrirse o que se le hagan a uno muy largas las horas. Este fin de verano es como siempre, preparándonos para el otoño, para volver a la normalidad de horas compuestas y tranquilas. Luego llegará el ajuste de horas y a las 6 será de noche.
El mal temple se soluciona con el tiempo, solo con el tiempo que pasa y nos pone de otro humor más templado y suave con que las cuerdas del ánimo puedan tocar mejor.
En fin, todos podemos caer en el "mal temple" aunque alguno presuma de tener muy firme el carácter. La tristeza se reparte muy bien en este mundo y todos reímos y lloramos por turnos, hasta el más pintado. La vida nos pone en su lugar muy a menudo y nos hace catar lo serio que tiene ella reservado para cualquiera.
Las chulerías acaban donde empieza el ser humano.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Se puede resumir el verano en lo siguiente: vamos al pueblo una primera vez en que me aburro un montón durante una semana. Leo en los soportales del ayuntamiento "El tambor de hojalata" de Gunter Grass que dicen que es una gran novela europea pero a mí no me acaba de gustar. A la vuelta del pueblo, le diagnostican al padre de Eva un cáncer de próstata muy avanzado. Me entero que a partir de los ochenta años, los hombres padecemos todos ese cáncer. Es uno de los problemas de vivir tanto. Total: no nos vamos a Denia. Volvemos al pueblo por otros cuantos días. Acude mi sobrino. Sigo leyendo, cuando me dejan, el libro, que he dejado en la página 400 y pico.
Volvemos del pueblo. Me cuesta adaptarme a Majadahonda. Dura un par de días.
En la segunda semana de estar en el pueblo, he visitado Coca y Arévalo. Lo pasé bien con Paco. Tengo que ponerme a escribir otra vez porque es mi máxima distracción aunque no escriba más que chorradas. También tengo que ver la manera de matricularme de Psicología. 
"Vaya un ser". Así se dice en mi pueblo de las personas que no comprenden o que no quieren hacer lo que les corresponde o que son eso, un ser que no explota las condiciones de su existencia. Todos somos un poco "seres" que andamos por la vida despistados y no sabiendo nuestras obligaciones con los demás.
Somos seres por no ser otra cosa. Estamos, nada más que estamos y no damos a nuestras vidas el empuje necesario para dejar de ser "seres" que no valen para nada.
Cuando alguien de mi pueblo llama "ser" a otro es que está en profundo desacuerdo con la actitud de ese "ser" porque no se doblega a lo que se espera de él, lo que la sociedad del pueblo desea de él. Se puede convertir en un "ser" irredento, que no deja de ser "ser" ya nunca más. Y es que ser "un ser" es algo que convierte a la persona que lo es en algo aborrecible con el que no se puede contar ya para nada. Yo no sé si soy "un ser". En algunas ocasiones lo he sido porque no entiendo este mundo y me quedo en un ser, un ser que fue y que será y que no es nada.

martes, 11 de agosto de 2015

Hay que ver esto del fútbol, las cifras son astronómicas; los jugadores son idolatrados hasta convertirse en dioses, en personas por las que matar y ser muerto en una reyerta futbolera. Las bandas que gritan himnos, canciones y demás están cada día más radicalizadas y por causa del aburrimiento, cuando llegan a un estadio, siembran el pánico rompiendo todo teniendo que ser escoltados por la policía. En ese estado de excitación tras el alcohol ritual ingerido, serían capaces de matar a cualquiera que fuera en contra de ellos, que no fuera del club. Los estadios se llenan todos los domingos con gente que grita mucho y lleva al éxtasis la comunión con su equipo. Todos quieren ganar y que el árbitro sea decapitado al final del partido si lo ha hecho mal y creo que lo decapitarían si les dejaran. Los jugadores marcan estilos en los jóvenes con sus peinados absurdos y sus poses en revistas que les pagan por salir luciendo prendas de dudoso gusto. Lo peor es lo que se paga por los jugadores: un pastón enorme por algo que a mí no me parece tan espectacular ni tan importante de repetido hasta la saciedad. Hay goles todos los días del año. Es una vergüenza esto del fútbol pero como da dinero y da empleo a un montón de gente que te cagas pues eso: el fútbol es una mina.
Si te gusta saber lo que hacen los demás que los demás sepan de lo tuyo.
Me levanto y procuro no fumar, bebo agua en su lugar, doy vueltas por la casa, escribo esto. Ayer leí por encima la historia que estoy escribiendo, "El mendigo". Menuda desilusión. No me gusta nada. Me parece un rollo. Habrá que modificar cosas de ella para que mejore. Ayer fuimos a la compra Paco y yo para toda la semana y luego fuimos a ver al padre de Eva. Ha adelgazado. Está mal.
Paco se acaba de ir no sé dónde. Yo voy a ver a mis padres luego.
Las infinitas ganas de cambiar se humedecen en un tazón de hierro muy ancho y penoso. Luego, nada cambia. Todo sigue por un camino ni de zarzas ni de verdura. Es un camino feo, regular, siempre hacia adelante, sin curvas, sin mayores aconteceres alrededor. Me levanto, desayuno, como, doy un paseo y ceno. Ese es el camino que se tiende delante de mí todos los días. Lo quiera o no lo quiera, siempre lo mismo, siempre lo mismo, como una película que se repite en sesión continua. No me duele pero me cansa, no me hace daño pero me deprime.

lunes, 10 de agosto de 2015

El despertar es difícil, no porque cueste pasar del sueño a la vigilia, sino porque no hay motivo en el día que me haga levantarme. Veo la desidia ante mí, la casa está un poco abandonada. Pienso en dejar para la tarde la limpieza. Ahora mi cuerpo anda lento, hago las cosas sin el acicate de alguien ocupado. Algo desagradable corre por mi mente diciéndome que todo se colapsa, todo se para ante mí. Espero a mi hermano a ver si una conversación o una idea nos hace movernos de este estado de inacción en el que estoy. Después de todo es verano y en verano todo va lento y un poco abandonado. La vida en estos dos meses de verano ha ido deslizándose por un canal de aguas reposadas, sin nada que hacer.
A este modo de vivir, que algunos pensarán paradisíaco estoy unido desde hace tres años pero a veces me come una angustia indefinida que no sé cómo llamarla. Todo parece ir como a remolque de mí mismo, como si no fuera conmigo, como si la existencia fuera desagradecida pues yo no le doy nada y ella no me da nada a mí.
Muchas cosas han pasado que me han hecho cambiar de modo de vida y de modo de pensar, un pensar más pequeñito y triste. Bueno, me puedo consolar de muchas maneras y pensar que soy un privilegiado pero otras veces...

domingo, 9 de agosto de 2015

Veo a mi alrededor que bastante gente ha dejado de fumar. ¿Por qué no voy a ser yo uno de ellos? Lo intentaré de un modo u otro y lo dejaré. El ejemplo de los demás incita a dejarlo. En el pueblo hice un intento un poco breve: la noche de antes se me acabó el tabaco. Estuve hasta las tres sin comprar tabaco. Pasé cinco horas sin fumar. Pero eso no es nada. Hay que aguantar, dicen, una semana sin fumar para pasar el mono. Por otro lado, no sé si quedarme una semana solo en Majadahonda o irme los quince días al pueblo. Si esta vez que he ido el pueblo estaba muerto, me imagino cómo estará después de las fiestas. Por lo menos estará Julito con el que poder charlar. Un tío divertido. Por lo demás, los días en el pueblo han pasado aburridos pero he leído un montón de "El tambor de hojalata" que es una novela muy buena aunque al principio dudaba de ello. Cuando te metes en harina, esta novela es espectacular, cuenta cosas increíbles con un lenguaje excepcional. Es muy buena. Aunque solo sea por leer esta novela, merece la pena ir al pueblo. Ya veremos la manera de escabullirse al aburrimiento.

lunes, 3 de agosto de 2015

Resulta que me voy al pueblo. Estos días he tenido la sensación de que todo se repetía como una noria. He estado acompañado todo el tiempo por mi novia y mi hermano y entretanto, siestas y noches durmiendo. Estará bien cambiar un poco. En el pueblo me esperan los libros y algunos vecinos con los que tratar ciertos temas. El verano va ya largo y cansado. En cuanto se pase este mes, adiós verano, un verano que empezó con unos calores asfixiantes. Mi hermano al fin ha encontrado un poco de paz en cuanto a lo de su futuro. A Eva el padre se le ha puesto malo. Yo no veo más que un ir y venir este agosto: al pueblo, a Denia, al pueblo otra vez. En fin, yo quisiera pasármelo bien del modo que sea pero sin que importunen gárrulos ni cantamañanas. La gente está en las playas lejanas tostándose al sol. A ver si yo veo el mar y me baño en él y me distraigo de tanta tierra adentro. En el pueblo habrá lo de siempre: botellines y cubatas para aburrir y poca gente ingeniosa con quien hablar.