martes, 19 de mayo de 2015

Voy a hablar de la televisión. La televisión, si se pusiera al día con los temas explicados en clase por la mañana podría ser un excelente maestro y agente motivador de tantos escolares que llegan a casa y no tienen el apoyo de una madre que sepa inglés o física o química. Por ejemplo. Con la televisión se podría aprender un idioma de manera más fácil, se podría aprender a llevar una casa si diera esa estúpida caja boba una serie de consejos para ahorrar, para comprar, para aprovechar cualquier cosa que hay por casa. La televisión podría instruir, aconsejar, hacer llevar una vida más fácil a las personas si la televisión fuera lógica. Pero la televisión no es lógica. Expone de manera violenta y continua los peores ejemplos para los jóvenes, da una espectacularidad nociva a las noticias que siempre trata de forma sesgada o mentirosa. En las películas de la televisión, lo primero que se ve es un asesinato; luego, unos cuantos más hasta banalizarse la muerte de modo sombrío. Hay programas detestables y prohibibles desde que nacieron en los que no aparecen más que la hez de la sociedad. En la televisión no hay nada que valga la pena: alguna película, algún programa suelto. Lo demás es para morirse del asco porque ni en el peor barrio de la ciudad la gente es así.

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