viernes, 8 de mayo de 2015

Por las mañanas no me siento capaz de escribir. Será la claridad que hay en el aire, será que mi cabeza anda aturdida, será que mi cuerpo desea la calle y andar. El caso es que la inspiración, por las mañanas, se esfuma como un papelillo de color que vuela y vuela por encima de los edificios. Por las mañanas solo estoy para ver la prensa y poco más.
Pero por lo menos ya no tengo ese ideario triste de las mañanas que consistía en pensar en qué consistía mi vida, en que yo no iba a Málaga en tren y qué haría en Málaga yo solo y tampoco me pienso y me repienso por qué no soy yo profesor, por qué no madrugo en busca de una pizarra donde explicar la lección, por qué mi vida es tan aburrida, por qué me levanto, por qué no tengo amigos, por qué se me pasan los días tan rápidos e insulsos.
Ya no me pasa esto.
Sino que lucho por hacer algo valioso del tiempo de que dispongo y no encuentro otra manera de hacerlo valioso que escribir aunque sea solo para añadir una historia tonta al montón que ya se han contado.
Haz cosas aunque no sean extraordinarias.

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