miércoles, 29 de abril de 2015

A veces, la vida puede ser amable. Con no estar nervioso, preocupado, obsesionado con algo, la existencia recorre un camino llano y lleno del encanto del disfrute del día. Aunque no hayas hecho más que comer y cagar en ese día. Pero el mosqueo que te viene al pensar que la balsa en la que estás ni hace agua, ni se agita y un vientecillo la va conduciendo ordenadamente te hace pensar que algún hijo puta está detrás de bambalinas para hacer su aparición más que inmediatamente para hacerte naufragar la poca dicha de que disfrutas por un tiempo.
Y es que es así.
No se puede ser feliz ni por un momento porque, como decía un profesor mío digno de una novela de Pérez Reverte, "que a la vida se viene sufrir, cojones y yo os hago sufrir un poco, sólo un poco con mis problemas de matemáticas". Total, se va el día feliz como el agua entre las manos y mañana las tendré llenas de mataduras como es común en esta tierra salvaje a la que Dios nos echó.
Si eres feliz, el mañana es una amenaza

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