miércoles, 29 de abril de 2015

A veces, la vida puede ser amable. Con no estar nervioso, preocupado, obsesionado con algo, la existencia recorre un camino llano y lleno del encanto del disfrute del día. Aunque no hayas hecho más que comer y cagar en ese día. Pero el mosqueo que te viene al pensar que la balsa en la que estás ni hace agua, ni se agita y un vientecillo la va conduciendo ordenadamente te hace pensar que algún hijo puta está detrás de bambalinas para hacer su aparición más que inmediatamente para hacerte naufragar la poca dicha de que disfrutas por un tiempo.
Y es que es así.
No se puede ser feliz ni por un momento porque, como decía un profesor mío digno de una novela de Pérez Reverte, "que a la vida se viene sufrir, cojones y yo os hago sufrir un poco, sólo un poco con mis problemas de matemáticas". Total, se va el día feliz como el agua entre las manos y mañana las tendré llenas de mataduras como es común en esta tierra salvaje a la que Dios nos echó.
Si eres feliz, el mañana es una amenaza
Qué loca está la gente. Hace cosas de locos: desprecia a la gente sin motivo, se gasta todo su dinero en compras compulsivas, se emborracha hasta perder la conciencia y la vergüenza, come como un gorrino, envidia hasta hacerse daño, da la plasta sin darse cuenta de que la da, pide cigarrillos, 20 céntimos, se hace la víctima si no consigue lo que quiere, pega a su padre, pega a sus hijos, rompe la baraja y el dinero cuando se encoleriza. La gente está tocada, muy tocada. Será la crisis, los nervios, el carácter, la locura misma que anida en los corazones de la gente.
Yo estoy diagnosticado, esa es la ventaja que tengo. Sé qué tengo por dentro y no creo que haya mucha gente que haya sufrido las torturas mentales que he sufrido yo. Y las he aguantado y me las he comido y el único que las ha sufrido conmigo ha sido mi hermano al que le he contado la misma historia veinte veces. Son obsesiones, torceduras de pie de una circunvalación cerebral. O las sustancias, las malditas sustancias que me sobran o me faltan.
En fin, la gente está loca a nada que la mires. Insulta, da voces, se desquicia. Lo importante es saber que está loca, que nadie se salva.
La locura es como una autopista. Al final, todos la cogemos. 

lunes, 27 de abril de 2015

Por mi pueblo siempre han venido emigrantes que estaban trabajando en el País vasco y había algunos con los que yo tenía trato en las vacaciones de verano. Hace ya mucho tiempo, mi hermano mayor, mi hermano gemelo y yo abrimos el bar que teníamos en el pueblo. Un día vino un joven vasco veraneante al bar y echamos un ajedrez. Mientras jugábamos, al joven se le escapó una expresión que a mí me llamó la atención. Dijo algo así:"con la mano te lo rompo, con el pie te lo machaco". Le pregunté de dónde había sacado eso y me dijo que allí se decían estas cosas. Eran tiempos de atentados, gudaris cobardes y gentuza de la Eta. Y muchísima violencia entre la gente. Al menos, verbal, como pude comprobar. Los años de politización de la población vasca no han traído más que violencia entre ellos y entre la población del resto de España. Es muy bonito el País Vasco pero a mí nunca me ha gustado. Porque allí ha anidado el odio y la violencia. Ojalá los tiempos cambien y nos olvidemos de una vez que fue Eta y su odio. Tiene que disolverse y entregar armas. Y pagar el daño.
El terrorismo es siempre demasiado extenso.

sábado, 18 de abril de 2015

Esto de oír la radio tiene un magia. La radio no para de hablar, parece que hay alguien diciéndote cosas constantemente y eso de que hace compañía es una gran verdad. La radio y un pájaro enjaulado hace mucha compañía con las palabras vertidas continuamente y con los trinos que salen de su garganta de ave atrapada.
Hay emisoras muy raras, que dan muchas voces o que se centran en apoyar a un partido político determinado. Esto es inevitable. Los medios de comunicación se vencen por determinadas ideologías e intereses. Tan asquerosa es la SER, que apoya siempre al PSOE como la COPE que apoya siempre al PP. Yo no entiendo de política al oír la radio y siempre digo: no será así como lo cuentan, algo escondido habrá en ese elogio o en esa crítica. Oigo a los dos por igual pero unos defienden un progresismo infantil y otros una derecha del capital despiadado. Término medio. El término medio soy yo que cuando dicen muchas paridas desinformativas me cambio al otro canal a ver qué dicen. Y siguen diciendo lo mismo pero vencidos de un ala.
Verdadero total no puede ser pero no nos tomen por tontos.
En esto de buscarse amigos (misión imposible en nuestros tiempos por lo cerrada e individualizada que está la sociedad) y aunque diga misión imposible creo que la mejor manera de hacerlo es llevarse por la decepción. Yo creo que el 80 por ciento de los españoles es semianalafabeto sino analfabeto entero. Ese 80 por ciento de personas no tiene educación alguna. Suelen ir por el interés; esto es, a ver qué te pueden sacar. De modo que el amigo que te puedas echar te puede decepcionar de punta a rabo pues además de no tener educación no va a tener dinero. Los ingenieros y toda esa gente tiene su esfera de la vida a la que nunca vas a llegar.
En cuanto a los familiares, tres cuartos de lo mismo: te encuentras que con el paso del tiempo, los sobrinos y hermanos que tienes no tienen ni la menor comprensión de tu persona. Hay una excepción: tus padres, que han estado contigo a las duras y las maduras. Incluso hay familiares que insultan y te llaman tarado cuando los tarados son ellos. De pena. Si no quieren saber nada de ti, por lo menos que no insulten. Pero da igual, eso da talla de lo que son: unos imbéciles soberbios que pasearán su soberbia por los arrabales cuando no tengan ni un duro. O sea, que si te echas un amigo, prepárate para decepcionarte y si ves actuar un familiar respecto a tu persona prepárate para la incomprensión de ese familiar ante tu persona porque no tiene ni puta idea de quién eres tú pasados los años de verle la jeta los domingos cuando comes con él.
Familiares, amigos: esos desconocidos tan conocidos para mal.
Es mejor quedarse en casa. Para los cuatro tontos que vas a ver en la calle... Ninguno me llega a la altura intelectual que yo poseo; esto es, ninguno sabe hablar de libros porque ni los ha leído ni sabe ni siquiera qué son. Hay que decirles a alguno: "ese objeto envuelto en tapas que lleva dentro una serie de hojas escritas para que se lean." Esta gente no. Prefiere correr por la ciudad en maratones preparados para que acuda un montón de gente a probar sus fuerzas y su estupidez, o meterse en garitos donde beben y beben hasta que ya no saben quienes son o insultan a los demás por el hecho de insultar, para demostrar su flaca fuerza de imbéciles.
Por lo tanto no salgo. Me quedo en casa tumbado o escribiendo mis historias y así me paso el rato.
Mis historias tiene cierta lógica, no como las historias de esa gente estúpida que las llena de mentiras, de ocultaciones para que parezcan misteriosas (yo tengo una novia que se llama Irene pero nada más) o a mí me dejó mi novia pero las causas no están claras todavía, no te las puedo explicar, tú me entiendes, o estuve en tal sitio pero no sé decirte nada más que se come bien no te vayas a creer o yo soy de esos que me da igual una cosa que otra, no te vayas a creer. En fin, gilipolleces que dice la mayoría de la gente que no sabe ni hablar.
Uno es feliz si sabe; con los demás puede ser infeliz aunque no quiera.
Insultar deriva etimológicamente de In-salire, "saltar sobre". Hay gente a la que le gusta insultar pero el insulto se vuelve en contra de ellos en forma de rechazo: "es un chulo de mierda, es un prepotente, etc". Insultar, pues, no sale gratis. Se insulta sobre lo que se desprecia, sobre lo que uno cree que está por encima, pero, al insultar, se obtiene lo contrario de lo que se pretendía porque al insultar se llena uno de desprecio del insultado y más, si es sin razón y a sabiendas del hecho por el que uno es insultado. Si uno llama tarado a otro y encima sabe que esa persona tiene problemas de tipo emocional, el que insulta se llena de mierda porque no insulta a otro soberbio sino a a un débil y además, a sabiendas. Seguro que ese insultador, cuando tiene que defenderse ante alguien superior a él, se calla la lengua y acepta la superioridad del otro.
No se sabe en esta vida nada más que arremeter contra el débil. Pues bien, el débil a veces sabe qué hacer con ese que se cree fuerte (digo se cree porque no lo es) y lo más común es que el débil se niegue al fuerte con todas sus fuerzas. Ya digo, los insultos no salen gratis para el insultador. El insultador se carga de una lámina que le recorre el cuerpo como repelente, como una cosa que huele muy muy mal.
No insultes, es de necios.

jueves, 9 de abril de 2015

Nublado y ni una gota. Eso puede parecer una metáfora de mi presente. Se avecina la lluvia pero no cae. Se provoca una tensión el aire que no se desfoga en agua beneficiosa. El producto de mi trabajo es lento, es de mucha constancia pero no hay resultados tangibles. Es una terapia el estar pendiente de crear, de inventar algo agradable pero luego ¿qué?
No llueve en mi vida de jubilado, no cae ni una gota pero hay que insistir en ir juntando nube tras nube hasta que se cree la tormenta que riegue la tierra.
No llueve y es muy triste que no lo haga porque las esperanzas se rompen contra el azul del cielo o las nubes que se juntan sin objetivo alguno.
Lo único que hacen las nublados es crear una tristeza continua que no desemboca en lluvia y eso crea malestar y unas esperanzas que se rompen al atardecer, cuando esas nubes se vuelven a separar para unos cuantos días.
Yo quiero que llueva algo, que caigan gotas como puños y lo que hago se vea recompensado de alguna manera, no con falsas promesas de grises cielos.
La gente que trabaja cree que vivir sin trabajar es una bendición. Nada más lejos de la realidad. El trabajo da un horario, distracción y dinero. La gente lo que quiere desesperadamente es dinero. El trabajo lo da pero la gente quiere más dinero que el que da su trabajo. Es peor no tener trabajo y tener que inventártelo para no pasar el día sin hacer nada aburrido como un hongo.
El que trabaja se considera útil si valora un poco su trabajo. El que no trabaja se considera inútil porque no sabe dónde echar las horas.
El que trabaja gana un dinero honrado y bueno; otra cosa es que se le escape de las manos como el agua. Entonces debería ajustar sus ambiciones a lo que hay, a lo que da su trabajo.
Hay gente que todo lo que le sale por la televisión le gusta, ya fuera un yogur sabor a exclusividad. Hay gente que quiere ser exclusiva trabajando de auxiliar administrativa. Y eso no. Se es exclusiva con muchas perras en el bolsillo; si no, no. Pero también hay mucha gente que da el pego de tenerlo todo y luego no tener nada. Es mejor trabajar y ganar que no desear y desear y depender de circunstancias. El trabajo da estabilidad. El que no lo tiene sabe del aburrimiento y de las horas que pasan mirando al óleo. El que trabaja no piensa, actúa. El que no trabaja no actúa, piensa. Y pensar mucho es malo siempre.

miércoles, 8 de abril de 2015

Cuando la vida se limita mucho en lo espacial y en lo social se puede hacer una cosa: apelar a lo intelectual que tenga uno dentro. Después de todo, en este mundo en que vivo todo está lleno de amigotes. Amigo no hay ni uno. Y en cuanto a viajar o ver mundo sí que me da envidia pero tendría que hacerlo yo solo y yo soy un enfermo que no respondo por mí mismo de mi salud. Mi salud está en manos de circunstancias ajenas a mí. Además, considero que el dinero es útil para el futuro, no para regodearse en un presente de colorín y vueltas en redondo.
Por eso digo que si apelamos a nuestro intelecto como única salvación para pasar el rato, pasaremos el rato bien y aprovechado. Otros presumirán de fiestas (todas iguales, la misma gente) y de haber visto esto y lo otro. Hay casos de gente que ha estado en muchos sitios y es como si no hubiera estado. Hay gente que ha bebido y reído mucho y es como si no lo hubiera hecho.
Y hay gente que ha reflexionado sobre su vida y sobre lo que le rodea y ha sacado unas conclusiones válidas para él y para su vida.
La vida es tan complicada que merece pensamientos.
Hay algunos que dicen que la vida es una tirada de dados, otros que es un camino penoso de andar y otros la resumen en una mierda. A todos estos que dicen estas cosas les hubiera gustado haber tenido otro tipo de vida pero cuando se les pregunta dicen que están contentos, que es la vida que más o menos han elegido y que se la están ganando con su esfuerzo.
Todo ellos querrían tener muchísimo más dinero del que tienen porque su vida, esa tirada de dados o ese camino no les da el suficiente dinero para vivir como ellos querrían.
Por la televisión, todos los días salen paraísos para esta pobre gente que cree que su vida es un tirada de dados, un camino penoso o simplemente, una mierda.
Esos paraísos cuestan un montón y cuanto más gusten esos paraísos, más desesperado se hace ese camino, más aleatorio esa tirada de dados o más huele la mierda esa.
Es mejor, a mi parecer, ver qué puedes sacar a tu vida de bueno porque va a ser muy difícil que de esa vida que llevamos surja el dinero como de un manantial. Eso queda para unos pocos que ya arrancaron con ventaja en esto de la vida.
Si la vida te deja elegir, ya es algo muy bueno.
El hombre del bigote le pidió al barbero que lo afeitara. El barbero, para darse importancia, empezó a contar cosas de fútbol. El hombre de bigote no se mostró molesto ante esa retahila de goles y de fechas y de nombres de jugadores. Solo quería salir bien afeitado de aquella barbería.
El hombre de bigote ha pensado en su mujer y su hija mientras le afeitaban y el rollo del barbero le parece una serie de frases hiladas como una oración estúpida que tiene que dejar entrar por un oído y dejar salir por el otro.
El barbero no se da cuenta de que no está siendo escuchado.
El hombre de bigote sabe que su mujer y su hija corren el peligro de no ser atendidas como Dios manda porque a lo mejor él pierde el trabajo en el que está.
Pero el hombre del bigote es decidido y está decidido a encontrar otro trabajo cueste lo que cueste.
El barbero dice: "entonces Di Stefano..."
Ese nombre, el del delantero madridista, le ha hecho como resucitar de un letargo al hombre del bigote. Ya sabe dónde acudir a buscar trabajo en un primer momento. Cuando el barbero acaba de afeitar y de hablar, el hombre del bigote tiene un concepto de sí mismo mucho más amable y confiado. Sabe que lo conseguirá. Al salir a la calle luce el sol y el mundo parece hecho de otra manera. El mundo parece, sorprendentemente, hecho para el hombre de bigote.
Entra uno en el país de los ciegos: nadie ni ve ni nota nada, todo les parece normal. No sufren porque no ven la realidad que les rodea. Simplemente viven al último minuto, como si les faltara tiempo. Que hay que ir al Polo Norte de vacaciones pues se va, qué coño, que la vida son dos días. Adonde haya que ir porque no ven nada. Todo lo tienen que sentir: el frío, el calor pero para ponerse siempre a resguardo de los mismos. No ven nada. No ven el futuro que les aguarda, no ven más allá de sus sentidos que tienen que dar fuego a cada rato, espolear como se espolea a un caballo.
Les gusta tocar porque son ciegos. Lo tocan todo, lo prueban todo y todo se lo llevan a casa, a presumir de ello. Así funciona la economía hoy en día, con la virtud de que hacen gala estos ciegos que todo lo compran, todo lo prueban, todo les hace impresión.
Como no ven la tirantez de la vida: mendigos por todas partes que piden para comer, gente que come lentejas tres días seguidos, gente que vive con cuatrocientos euros creen, al estar ciegos, que eso no va con ellos y siguen gastando y dando disfrute a los sentidos menos el de la vista, del que están carentes. Y luego ven, al final de su cuenta corriente que sí, que ya ven por obra y gracia de un milagro económico que les ha devuelto la realidad a manos llenas y ven la miseria en que estaban los demás porque les ha llegado la suya.
Y no es que fueran ciegos, es que no querían ver.
Ayer estuve a un curso de escritura. Un profesor joven muy risueño con el que hablé de novelas y tres sesentonas más calladas que otra cosa. No sé si apuntarme o dejarlo. Por lo de las sesentonas. El sitio está donde trabaja mi novia, en la ribera del Manzanares, cerca de la estación de Príncipe Pío. Lo primero que reseñar es que lo de Príncipe Pío está degradado: corrillos de mendigos, te piden para un café nada más llegar a la puerta de salida. En el barrio donde está la casa de cultura, las tiendas y los bares vacíos. Ningún movimiento de nada, nada de comercio, el alma de estos tiempos.
La clase iba de una película que se llamaba "Fuego fatuo", de un cineasta francés. Es la historia de un escritor que se rehabilita de una depresión y que al verse recuperado e inmerso de nuevo en su ambiente decide suicidarse porque no ve color a la cosa: ideal para animarse. Luego, una historia de una película llamada "Calle Mayor", de los tiempos de posguerra en que un galán aborda a una mujer penitente en una procesión. Había que escribir cómo la abordaba en la procesión. Mereció la pena hablar de libros con alguien por fin pero las aficionadas a la literatura entradas en años desengañan de la tarea de pasar un rato tratando temas literarios. Luego, vuelta a Príncipe Pío: otro estado deprimente que me llevé porque allí no hay más que tiendas y tiendas y tiendas y todas estaban semivacías. Encima hacía frío, o sea que la sensación era de pena. Me causó cierto desasosiego pensar que la crisis casi se ha quedado para no irse nunca. Menuda ruina.
Así lo que ves, así lo que sientes.

lunes, 6 de abril de 2015

Ha llegado un momento que estoy tan relajado que no me entran ganas de escribir novela alguna y si acaso, me leo el libro de dejar de fumar con escaso éxito aunque tenga razón el autor en que el tabaco no sirve ni para relajarse, ni para concentrarse ni para quitar el stress. El tabaco es un engaño mental y físico que nos mata poco a poco. Es una adicción fuerte.
Me tumbo en la cama y oigo la ínter. La ínter es una radio muy práctica, no como otras que están hablando en abstracto todo el rato. Llama mucha gente y te enteras de vidas penosas o alegres, según les haya ido a los oyentes. La ínter mola, así que la oigo un par de horas tumbado cuando vengo de paseo de Las Rozas después de comer.
Luego intento escribir y no escribo ni una línea. Releo lo escrito. Me parece bien. Me fumo un cigarrillo pese a las advertencias del libro de dejar de fumar y oigo al periquito chillar y chillar en mi oído derecho hasta que me entren ganas de irme a la calle.
Escuchar es bueno y leer también.

miércoles, 1 de abril de 2015

Cuando me desvelo por la noche porque veo alguna película o porque me he quedado charlando con mi hermano o cualquier otra circunstancia, al tumbarme en la cama me da por reflexionar un poco. Voy pensando en la gente de mi pueblo, en mi primer amor, en la mierda en que se ha convertido esta vida, en cómo era yo antes, en el dinero, en la existencia de las putas y otros asuntos que pasan por mi frente como una película de imágenes y palabras y nombres y fechas y humo y nada. Como soy fumador, a la media hora de este reflexionar o pensar en vaguedades, me levanto a fumar un cigarrillo en el salón. Es casi la una de la madrugada y noto algo que no notaba el año pasado cuando me pasaba esta circunstancia: pasan coches y hay gente que va conversando por la calle. El año pasado, a esa horas, lo único que imperaba era la callada soledad de la noche. No se movía ni una rata. Ahora hay cierto movimiento mientras consumo mi cigarro. ¿Será que ya hay dinero que gastar en gilipolleces? ¿Será que la gente ha despertado del letargo en el que estaba aunque todavía haya comedores sociales para muchos? ¿Será que la crisis, la tan nombrada crisis para todo, va remitiendo y hay para gastos superfluos? No lo sé pero por la noche algo se agita ya en la calle.
Ayer vi una película de las que a mí me gustan. Es de Garci. Se llama "El crack" y el protagonista lo interpreta el gran Alfredo Landa. Hace de un investigador privado en el año 1981. La película no empieza en Nueva York como los bodrios que se ven ahora, sino que acaba en Nueva York. Hay un solo disparo en toda la película pero muy vengador y certero. Hay una bomba que se lleva por delante a la hija del investigador y hay una venganza.
Alfredo Landa es "el piojo" en la peli. Es un policía retirado al que le encargan buscar a una joven desaparecida. En realidad se la había cargado un financiero de mierda en un acceso de sadismo. "El piojo" no se da por vencido y busca con ahínco a esa muchacha cuando ya hace de esa búsqueda algo personal, una venganza personal. "El piojo" quería mucho a su hija. Se ve que en la peli es lo único que le da alegría en mundo en "que llueve mucha mierda". El financiero y otro policía, "el guapo", otro chulo de mierda, acaban muertos. Ya digo: solo hay un disparo en toda la película pero vale más que todos los disparos que hay en una película de Holliwood de chicha y nabo. Muy bien el argumento, el tratamiento de los personajes, las situaciones, las concomitancias. En fin, ya podían echar películas de estas en que ves cómo era Madrid antiguamente. Con decirte que el investigador iba en simca mil lo digo todo.
El cine español bueno es bueno pero escaso.