lunes, 2 de febrero de 2015

Me estoy leyendo las poesías completas de Quevedo en la editorial Clásicos Castalia. Las primeras que he leído son las severas, las serias que tocan el tema de la muerte, del oro, que siempre engaña al que acompaña, de la vida del campo y la de la corte, la avaricia, la envidia, la corta duración de la vida, la honradez ante la muerte y todos los vicios y pecados del ser humano. Luego vienen sonetos de amor, de quejas de amor, del amor exterior e interior, del llanto por amor y todo sobre situaciones amorosas. Después trata una serie de circunstancias o tipos como la vejez que no quiere serlo y se desfigura, el que tiene una gran nariz, el poeta que no hace más que enredar con las palabras, el mal casamiento, el bravucón que no da más que risa y otros seres que apuntan al feismo y la vulgaridad.
Quevedo debió ser un hombre muy sabio y muy observador de la realidad, muy amante de las letras y lo que podían significar todas ellas y un hombre muy cristiano que se divertía en la Tierra. Quevedo es un monstruo de los vocablos, de la expresión feliz y de la crítica mordaz. Muy bueno Quevedo. Si quieres pasártelo de miedo, lee a Quevedo.

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