domingo, 15 de febrero de 2015

Las generaciones que siguen a la mía no saben hablar. No saben llevar una conversación o no quieren ni llevarla. Yo los veo como gente torpísima socialmente. No saben lo que es el turno de palabra, la cortesía conversacional y nunca sabrán dirigirse a sus mayores. Entre ellos sí se comunican con el mínimo de esfuerzo, como si les costase hablar, que les cuesta. Hablan tipo robot, como lo que está a punto de llegar a la sociedad. No creen necesario hablar de lo suyo ni se interesan por lo de los demás. He visto a algún estúpido de estos que, en una reunión familiar, se pone a mirar al móvil y ya no deja de mirarlo en toda la sobremesa. 
En el pecado tienen la penitencia. Sus mayores les verán como gente rara, incomunicativa y sin arreglo en este aspecto. Serán buenos trabajadores, serán buenos amigos y todo eso pero nadie lo sabrá más que los de su edad. Forman guetos en su escala educativa y de edad y no quieren saber nada más de su entorno, haciendo como si no existiera o no fuera con ellos. Son gente aislada, autosuficiente y autocomplaciente. Viven en islas como naúfragos y sí, son gente más bien rara, maleducada y triste.

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