martes, 23 de diciembre de 2014

Andaba yo errante por la ciudad cuando me he topado con un antiguo alumno que esperaba el autobús. El mozallón, muy atento, me ha saludado efusivamente y se ha interesado por mi salud, lo primero que hay que hacer, sí señor; yo le he dicho qué tal tú y él me ha contestado que bien (saltaba a la vista su salud de roble) y luego, claro, como he sido su profesor le he preguntado por su vida académica. Me ha dicho que está estudiando Historia del Arte y se quiere especializar en Latinoamérica, en los Mayas y Aztecas. Muy bonito, he dicho yo, calificando pobremente tan alta materia de estudio. Se llama Ivan Todorov y tiene el mismo apellido que el ilustre semiólogo. Le recuerdo aplicado en mis clases de teatro y fue el que me salvó al aceptar el papel principal de la obra que representamos a duras penas. Le estoy muy agradecido a ese chaval y parece que él a mí o me guarda un afecto sincero. Le recuerdo con cariño y que me disculpe por haberle hecho pasar tan mal rato en las tablas del escenario pero no tuve otra opción. Si me recuerda y me saluda, buena señal es. Será uno de los alumnos que más recordaré de mi última etapa como profesor. Fue un valiente y algo aprendería de mí como yo de él. Le deseo toda la felicidad del mundo.

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