lunes, 10 de noviembre de 2014

Comprender lo que dice o hace una persona no es juzgar a esa persona. Cuando escuchamos, enseguida emitimos un juicio según sean nuestros sentimientos hacia esa persona que habla. Hay que esperar un poco a que nuestra capacidad emotiva y lógica dé la verdadera interpretación a lo que nos están diciendo. Por otro lado, cuando las personas ya han pasado un tiempo en la Tierra sintiendo, razonando qué es lo que les rodea, afirmando sus posturas ante la vida, ya no cambian su manera de pensar hacia las cosas. Es muy difícil que una persona asentada en unas rutinas, unos prejuicios, unas ideas las cambie radicalmente y menos si esas ideas o rutinas le han hecho aposentarse en la vida de forma confortable o al menos pasable. El ser humano no es lógico, quiero decir con lo anterior; en su corazón y su mente se mueve un revoltijo ordenado de sentimientos y recuerdos vividos que le hacen pensar de una manera determinada y ya no cambia, ya no es la lógica lo que le mueve sino la experiencia de la vida que ha tenido hasta ese momento. El ser humano no es lógico, para eso están las máquinas.

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