miércoles, 12 de noviembre de 2014

Allá donde yo tomo café todos los días (digo allá porque me pilla un tanto lejos) o casi todos los días, los camareros se han vuelto muy serios o antipáticos. Yo no sé si será la crisis lo que hace que la gente se vuelva agria como un limón pero estando así las cosas y yendo yo que iba a ese bar a charlar un rato y no me dan charla, me tendré que aguantar tomando un café solitario y silencioso como el que lo hace por obligación. Cuando pueda eludir el acto de tomar café en ese bar lo haré porque para mí, ese café significaba el entreacto en el que yo entretenía una hora antes de ir a escribir la novela. Y me venía muy bien después de comer no sentarme directamente a escribir sino entretener un poco la mente. Como con la gente de ese café ya no puedo entretener ni media hora y no entretengo nada sino que lo tomo yo solo y aburrido y aislado pues no sé cuándo cambiará la actitud de los camareros y gente de aquel local y se pueda pasar un rato agradable. Sería bueno para ellos, pues yo iría a gastarme las perras, y bueno para mí. Donde te aburras, no vuelvas.

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