sábado, 17 de mayo de 2014

La gente que veo por la calle pone el énfasis en lo superficial, en lo inútil, en lo accesorio y no en los sentimientos profundos o el amor que pudiera tener a los demás. Disfrutan con cosas, su máxima aspiración no está en perfeccionarse intelectualmente sino en tener cosas, el mejor coche, un gato, una tele así o asao, etc. Sus relaciones con los demás deben ser de lo más superficiales porque ellos son en sí mismos superficiales, no se puede hablar de nada interesante con ellos que no sea banal e intranscendente como no sea un partido de fútbol, un viaje pero todo de detalles estúpidos. La gente es gilipollas y no se puede abstraer nada en la conversación que se tiene con ellos. Son gente triste de alma, falsa de corazón, inútil o minusválida de afectos. A mí me da pena cómo va el mundo, el mundo crea un montón de consumidores estúpidos que no  piensan, que no desean más que las cosas, los perfumes, las camisas, los móviles y la cultura y la transcendencia brilla por su ausencia más absoluta. Qué triste el mundo, qué vacíos los corazones de la gente.

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