martes, 6 de mayo de 2014

A veces, lo que escribo me gusta mucho. Es una vieja idea a la que he dado forma en un personaje y es una forma de reflejar mi pensamiento. Otras veces, la situación que se crea es cómica o lírica y está bien transmitida a través de sensaciones que consigo dándole vueltas a la combinación de las palabras. En esos momentos, gozo de buena "salud escritora" y consigo que la historia avance de modo sutil y eficiente. Me siento muy dichoso si he escrito un párrafo bonito o muy expresivo dentro de la prosa tranquila que estaba escribiendo. Cuando sucede esto, es como si le arrebatara yo a las palabras su poder mágico de evocar situaciones o sensaciones muy elocuentes y me siento bien. Parece que lo que escribo merece la pena aunque solo sea por estos pasajes que surgen de mi imaginación. Un escritor bueno, lo que hace es conseguir que estos momentos de dicha escritora se prolonguen en toda la novela, siendo todos los párrafos que escribe muy significantes y llenos de emoción. Para eso hay que trabajar mucho la prosa y desechar muchos intentos de prosa mala o regular. Yo no he llegado a tanto.

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