lunes, 9 de diciembre de 2013

Hoy he hecho un análisis de mi familia. Como un análisis de sangre. Y he deducido que mi familia tiene muchos defectos y yo también, claro, pues me he metido en el análisis con toda la humildad. He usado palabras duras pero verdaderas en ese análisis: si la sangre tiene microbios, no hay que decir que no los tiene. Hay miembros de mi familia que han sido duros conmigo; otra cosa es dilucidar si consciente o inconscientemente. Hay otros miembros que me dispensan un trato que quizás yo no merezca y hay veces que yo he sido duro con miembros de mi familia sin tener que haberlo sido. Ha habido veces que conductas de miembros de mi familia han sido soslayadas para el bien de la familia pero todos sabemos que esas conductas están ahí, han tenido lugar y son feas. He pensado que es mejor hablar las cosas por feas que sean para que se depure la desconfianza pero ni unos quieren declarar esas conductas y los otros no quieren meter el dedo en la llaga, con lo que se queda todo ahí, sucio y maloliente. Trapos sucios los hay en todas las familias, el coraje de lavarlos queda en intención o en obra. Lo que se producen son rumores que hacen daño.
Y me he quedado más a gusto a pesar de las deformidades pues creo que me he sincerado y he reflexionado y ya no es una preocupación sino una reflexión. De barro nos hizo Dios, ea.

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