miércoles, 4 de diciembre de 2013

De todo el tiempo que estuve de profesor, aprendí una cosa esencial: con las personas hay que tener una paciencia infinita y no se las conoce hasta que se pasa un tiempo con ellas.
Los alumnos tímidos, los osados, los que querían saber siempre más, los que se conformaban con estar siempre allí sin meter mucho ruido, los torpes que estaban siempre estudiando y se desesperaban porque no obtenían resultados, etc.
Hay una lógica en el estudio: si estudias, apruebas el examen pero no siempre se cumple. Había alumnos en zonas deprimidas que sí tenían disposición para el estudio pero el ambiente triste en el que estaban metidos les quitaba la motivación o la tranquilidad para estudiar. En las zonas privilegiadas, se da por supuesto que los alumnos estudian porque son como pollos muy bien alimentados en el nido y están muy a gusto en él pero aún así había problemas de otra clase que en las zonas deprimidas: falta de respeto, engreimiento, pijerías de niño bien. Todas las personas tienen sus filias y sus fobias, sus virtudes y sus vicios. Sus problemas. Conocerlas es conocer todo eso.

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