domingo, 10 de noviembre de 2013

Pasaron unos días en Roma que es la hermana pobre de París. Pasearon por sus calles, se sentaron en placitas de fuentes, comieron pasti e tortellini, visitaron iglesias, se subieron a la cúpula de San Pedro a verlo todo, anduvieron a la orilla del Tíber y vieron los gatos del circo romano. Casi los atropella una moto.
Vivieron unas noches de pasión en el Hotel Tirreno que daba a la Plaza de Trento, donde unas palomas hacían ruidos todo el día.
Tomaron capuccinos, tomaron el sol del otoño en unos bancos que parecían atraer el azul del cielo, tomáronse de la mano por aquellas calles que olían a ajo y a tomate y a lejía todo junto. A Emilio le cagó una paloma en la cabeza y Gabriela se enfadó mucho porque Emilio no se afeitó una mañana. Echaron la pota los dos porque bebieron mucho de un licor típico de mucha graduación pero se repusieron pronto en el Hotel bebiendo mucha agua.
Fueron felices. ¡Quién pudiera saber de su felicidad y probarla un poco! Dormían como cachorros entre las sábanas limpias y se despertaban con arrumacos propios de gatos en celo. ¡Qué felices eran! Hasta que llegaron a Madrid.
El tiempo se detiene y tú te detienes con él.

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