martes, 19 de noviembre de 2013

La soledad es de piedra.
Nadie quiere horas que no pasan,
cabeza que piensa en círculos,
la teoría de una vida que se cansa en un sofá.
La mañana te arroja a la calle,
te tira delante de los caminantes,
te abandona en un rincón 
y tú lees las noticias del periódico
como si leyeras las mentiras de este mundo
que te deja solo
en medio de un circo de horas sabidas.
Y caminas para quitarte de encima
tu propia frialdad, tu sueño,
tus ropas ya cansadas de soportar tus huesos
que se amontonan en el asiento triste de los desocupados.

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