sábado, 2 de noviembre de 2013

En este mundo occidental en que vivo la vida se divide en trabajo (cada vez peor pagado) y entretenimiento (cada vez más absurdo). Siempre se ha pensado que al poder establecido no le gusta que la gente piense. Yo pienso que al poder le gusta que la gente esté entretenida con juegos o actividades cada vez más triviales (estoy hablando, básicamente del fútbol).
Todo lo que el fútbol, aparte del mismo partido, ofrece desde que amanece hasta que se hace de noche, es un cuento de nunca acabar.
¿Por qué la gente no piensa en que su comportamiento como ciudadano puede llegar a cambiar el mundo a mejor solo con realizar una serie de actividades que no sean las que mueven a la masa, a la enorme masa dirigida en oleadas de gustos y opiniones?
Pues eso no es tan difícil si no seguimos los gustos que el poder impone a la mayoría de la población que hace de todo un consumo de usar y tirar, no para que pensemos en el mundo en que vivimos con un criterio personal y no manipulado. Todos somos libres pero decimos que las circunstancias nos obligan. Todo lo que gusta a una multitud es sospechoso de ser grosero.

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