sábado, 2 de noviembre de 2013

A mi hermano y a mí, cuando éramos universitarios nos gustaba teorizar. Supongo que teorizar es hablar de grandes cosas para tratar de comprender el mundo, actividad que nos gustaba mucho.
Solíamos echar la culpa de todo al dinero. Mi hermano gemelo defiende últimamente que todo debería estar organizado por sindicatos que negociaran las necesidades de las personas, no dejarlo todo a la voluntad del mercado.
Lo que no nos ha gustado nunca a mí ni a mi hermano son las desigualdades, quizás porque entre mi hermano y yo siempre ha habido un reparto, una igualdad de condiciones en nuestras pequeñas y grandes cosas.
Lo que no concebíamos es que una familia disfrutara de un chalet de 300 metros cuadrados y otra viviera en una chabola. Me gustaba la idea marxista de que a cada uno se le diera de acuerdo con sus necesidades. Pero no nos gustaba la forma de realizarse del comunismo ni del capitalismo. Nos gustaría un régimen que abogara por la igualdad económica para todos y ese régimen no creo que llegue nunca. Por eso teorizábamos: teorías que no tenían concreción en la realidad pero componíamos nuestro deseado mundo y forjábamos nuestra personalidad.

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