domingo, 4 de agosto de 2013

Son las cuatro de la tarde de primeros de agosto y un diabético sale a dar un paseo de una hora como le había dicho el doctor. El doctor le había dicho que necesitaba adelgazar porque su próximo órgano que iba a sufrir un colapso no era el hígado, lleno de glucosa, sino su corazón, lleno de grasas y nicotina que se le iba pegando a las arterias.
Este diabético, después de comer una barbacoa en la finca de su hija llegó a casa y lleno de remordimientos, después de fumarse diez cigarrillos, decidió abandonar su casa y salir a pasear una hora.
No ve a nadie por la calle, va avanzando a grandes zancadas y va fumando un cigarrillo detrás de otro pues al final no se atrevió a dejar el tabaco en casa. A la altura del ambulatorio, se encuentra fatal. Entra en urgencias del ambulatorio. Ve al doctor que le recomendó la hora de paseo. Está de guardia. El doctor, al verlo, se lleva las manos a la cabeza, ya no sabe cómo librarse de él, ¿o sí? La hace pasar a una sala, le inyecta un líquido mientras le va calmando. "Un hipocondríaco menos". El doctor fue detenido al día siguiente.

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