domingo, 11 de agosto de 2013

Después de la fiesta siempre hay alguien que se rasca la cabeza. Últimamente no hay fiesta que merezca la pena. Por lo menos a mi alrededor. El refrán francés que encabeza mi reflexión lo deberíamos tener muy en cuenta. También podría ser: después de la fiesta hay quien se tienta el bolsillo.
Las fiestas son bendecidas hasta por la iglesia, que lo ve como una comunión colectiva que celebra la gloria de un santo o de Dios mismo.
Pero en mi pobre vida no hay fiesta ni música ni baile. ¿por qué creéis que escribo tanto?
Porque esto que escribo es el resultado de mi estado infeliz de aburrimiento supino.
Y hace ya años que no bailo.
¡Cuánto me gustaría que una jovencita, dulce de cuerpo y espíritu viniera conmigo a bailar! Se me quitaría toda la telaraña de melancolía que tengo por la cabeza y sería un hombre nuevo al acabar la fiesta con la mozuela.
A quien desea demasiado, nada le falta.   

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