jueves, 1 de agosto de 2013

Desde siempre el vicio ha acompañado al ser humano. Hay vicios o adicciones, como se llaman ahora, que conducen poco a poco a la muerte.
La politoxicomanía (básicamente, alcohol y drogas) se ha llevado en este país y otros muchos a mucha gente por delante.
El vicio del tabaco también ha engordado el número siniestro de muertos.
Cuando se tiene un vicio, se busca su ocultación porque los vicios están mal vistos y el vicioso vive una tortura neurótica a la hora de vivir su vicio y tratar de no hacerlo público o al menos que no llegue a la ostentación (donde ponga vicio, cámbiese el término por adicción).
El juego, aunque no te mate físicamente, aunque no destruya tus tejidos internos, te puede volver loco al dejarte en cueros ante la sociedad, que no tolera tales desviaciones y te puede dejar en cueros ante ti mismo, esto es, en la ruina.
Dice un refrán: ir romera y volver ramera, le sucede a cualquiera. Este cambio de la beatitud a la perversidad tiene lugar gracias a los vicios.

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