viernes, 9 de agosto de 2013

A veces no tenemos un problema o varios problemas que resolver, sino que tenemos que resolver toda la circunstancia, toda la inmensa circunstancia que nos rodea y sobre todo cuando esta es adversa y no se adecua a nuestro modo de ser. Y hay que salvar la circunstancia o no nos salvamos nosotros.
Pongamos un hombre o una mujer que no ha hecho más que trabajar toda su vida y se queda en paro. Quedarse en paro es una circunstancia todopoderosa, maligna y difícil de sufrir. Se da el caso de que en España es una circunstancia que está cundiendo mucho.
¿Cómo se salva esa circunstancia?
No se salva de ninguna manera. Esa circunstancia corroe toda la personalidad del que la sufre y queda hecha un guiñapo. La persona que la sufre queda inerte, dándose a los diablos, renegando de su tiempo y de su vida. La circunstancia puede con la persona.
Es muy fácil decir que así se tiene tiempo libre y todas esas chorradas que pretenden atenuar el hecho de sentirse inútil, derrotado y pendiente de una ayuda del estado.
¡Vaya país! No puede el hijo de Adán sin trabajar comer pan.

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