martes, 30 de julio de 2013

Me gusta mirar con detenimiento los oficios que hay en la ciudad: está el portero de finca urbana, que tiene que regar a primera hora las zonas verdes comunes de los pisos que conforman la urbanización, limpiar pasillos y luego atender la puerta y los requerimientos de los vecinos (una luz que no funciona, los garajes, la piscina, etc). Luego están los dueños de los bares que ponen cafés y pinchos de tortilla por las mañanas y luego cervezas y comidas a mediodía; luego, otra vez cafés y licores y más cerveza por las tardes.
Están los taxistas que esperan en la parada a cargar clientes "de calle", aunque también hay avisos por emisora. Están los conductores de autobús que tienen una ruta que cumplir durante unas horas hasta que los releven. Están los que reparten todo tipo de productos alimenticios que nunca tienen espacio para aparcar sus camiones cargados. Están los tenderos de todo tipo de tiendas que esperan a los clientes con avidez. Están las cajeras de los supermercados. 
Ya no suele haber un oficio en el que haga falta unas habilidades especiales como zapatero, ebanista. Los mecánicos sí que desempeñan su oficio arreglando coches, una sabiduría que da la experiencia de arreglar un montón de ellos.
Dice un refrán: zapatero a tus zapatos. Da a entender que no te metas donde no te llaman y estés a lo que sabes.

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