sábado, 20 de abril de 2013

Decidió escribir un blog. No se daba entera cuenta de lo que significaría hacerlo porque él no entendía nada de todo esto de lo virtual pero se decidió a escribirlo bajo la condición de no poner nada personal en él. 
Sólo le serviría para inventar pequeñas historias o para hacer unas reflexiones.
Por entonces ya conocía a esa chica que estudiaba periodismo. Ponía copas en un local al que iba los fines de semana. Y luego se dio cuenta de que esta chica copiaba las historias de su blog.
Pensó: no me extraña, esa chica me dijo un día que había falsificado el abono transportes pero que no le molestaba gastarse dinero en gasolina para su coche. Jugaba a dos y tres bandas. No me gustaba esta chica por eso ni por su hipócrita y continua sonrisa de lado a lado de la boca que le tensaba la cara como un postizo de carnaval.
Esa chica hacía gala de una desvergüenza grande. 
Cómo fue a dar con un ejemplar de una revista periférica y cómo vio la entrada número 42 de su blog allí, es otra historia que contará en otra ocasión pero le dolió que la gente copiara y falsificara así con tanto descaro y pensó en hacer algo.

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