miércoles, 27 de marzo de 2013

La vida del taxista es azarosa: lo mismo monta en tu taxi un borracho que tiene una querida esperándolo para darle cama y pagarle la carrera que puedes montar a unos moros que no saben dónde van o una prostituta que amanece con su quimérico negocio al aire en el asiento de atrás.
La vida del cantante está lleno de viajes por carretera y por las narices, de canciones que les llenan de gloria y de actuaciones a las que nunca pondrán fin si son buenos y la suerte les acompaña. La radio les ayuda repitiendo lo dicho ante la gente.
La vida del profesor está llena de cabecitas que tiene enfrente a las que hay que enseñar el currículo oficial. Todos miran a ver qué vas a decir y cómo lo dices y si eres simpático o un cardo borriquero. Pero si ellos aprenden, tú te quedas satisfecho y te suelen recordar por mucho tiempo por el tiempo compartido con ellos con la pizarra por bandera.
La vida de escritor es estar mucho rato enfrente de una página que hay que rellenar y que aquello marche. Unas veces, lo que has escrito te parece una historia mejor que la Biblia y otras veces piensas que has soltado un rollo que no va a gustar a nadie porque no tiene el nivel requerido. De una manera u otra, todos los días que  puedes, te sientas y escribes porque allí has puesto tu fe.
El vendedor vende con un sonrisa por delante, el camionero aguanta la rosca sin remedio, el paleta soporta frío y calor en la obra y así va todo, jodido pero cumpliendo.

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