martes, 12 de marzo de 2013

A veces, un remedio dictado por las personas que nos rodean no lo tomamos en serio hasta que decidimos probar a ver qué tal nos va.
Se supone que a ellos les va bien y por eso nos lo recomiendan. Nos recomiendan de todo: dejar de fumar, no comer tanto, hacer ejercicio, no beber. Estos parecen ser remedios universales para todo y para todos.
Yo llevo una semana y media haciendo ejercicio en el gimnasio y me va muy bien. El ejercicio crea endorfinas en el cerebro que hace que nos sintamos bien.
Luego están las obsesiones personales que no se van pero para eso no hay remedio posible. O las hacemos frente o seguirán ahí, incordiándonos.
También puede pasar que una persona lo tenga todo tan claro que no necesite ni de remedios ajenos ni de consejos: él mismo se busca sus obsesiones, las remedia, se felicita y se cree el mejor del mundo.
Pero para eso hace falta tener la mente muy centrada.
Los que a la mínima hacen de la vida un tormento insidioso necesitan mucho el apoyo de los demás y sus consejos para tirar adelante sin torturas mentales.
En la soledad está el remedio y la perdición. Si una persona resuelve sus cosas solo tiene una ventaja considerable sobre los demás. Si una persona se queda sola sin quererlo puede ser el principio de sus desgracias.

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